“Fede” es Federico Guevara Elizondo, el adolescente de quince años que el 18 de enero de este año cometió la masacre en el colegio Americano del Noreste en Monterrey.
Nunca antes había ocurrido algo así en México.
Este tipo de incidentes se distinguen por la sorpresa y el terror que infunden en la población a través de los medios de comunicación; A poco más de dos meses, vale la pena hacer un análisis del desempeño de éstos en el caso de “Fede”. Consideremos dos antecedentes inmediatos por su similitud: la masacre de Columbine (las autoridades guardan celosamente videos e información que no será desclasificada hasta el 2029), y los recientes ataques terroristas ligados a grupos terroristas religiosos. En ambos casos los medios han sido protagonistas, narradores, jueces, partes, víctimas y agresores. Lo ocurrido con “Fede” en los medios mezcla el manejo mediático de los hechos en Columbine (mismo final, mismas víctimas invisibles, mismo agresor invisible,) y lo que ocurre con el terrorismo (el Internet siendo usado como arma para infundir miedo).
Sostengo este último antecedente que señala al gobierno y a los medios como responsables de difundir el terror de forma intencionada, pues existe un cabo suelto en la historia oficial, y es que nadie sabe cómo un video de una cámara de seguridad colocado dentro del aula de clases se ha filtrado a los medios. El discurso de la mayoría de los noticieros no se ocupó de transmitirlo, pero le recordó a todo el público que la versión oficial oscila como producto del video. ¿Cómo dudar de los medios de comunicación y del Gobierno cuando la información ha sido quirúrgicamente apegada a lo que se puede establecer a través del video?
La forma en la que han manejado las noticias que se derivan de la Figura Presidencial a partir de estos hechos es tan lamentables en su descarado oportunismo que no dejan más opción que abrir las puertas a la sospecha. La fecha del incidente coincide con los días más bajos de la popularidad del Presidente, así como con los días en que el dólar se sostuvo en los precios más altos durante la reciente crisis. Al igual que le ocurrió a George Bush, convenientemente, el horror logró desbancar de las primeras planas las malas noticias que de sus figuras emanaban. Ambos presidentes ocuparon sus respectivos incidentes para pedir el apoyo a los miembros del Estado, partidos, instituciones, empresas, escuelas y familias.
La mayor injusticia es seguir engañándonos a nosotros mismos. Se ha llegado a la conclusión de que “Fede” actuó de esa forma porque se volvió loco, porque estaba deprimido, confundido, o por los videos juegos.
Nuestra cultura universal comenta respeto al Quijote: “de tanto leer se le secó el cerebro”, que no quiere decir nada. Aburto, actuó solitariamente. Y “Fede”, se volvió loco de la nada. Estas conclusiones son formas ficticias de abordar la resolución de un conflicto, es decir, que apela, o a la inocencia o a la complicidad del ciudadano. En una sociedad cuya ley excluye a Dios como recurso retórico pero se basa en usos y costumbres con base en una religión en la que se debe de poner la otra mejilla, las injusticias siempre serán conllevadas. En un discurso moral en la que se toleran las injusticias y la desigualdad, éstas siempre tendrán un porqué, y ese porqué siempre va a ser culpa de la víctima. Cuando en un proceso que busca un orden justo se culpa a la víctima, cualquier lógica que trate de resarcir las injustitas y la desigualdad, quedarán en segundo plano para dar prioridad a los intereses de los agresores.
La opinión pública ha permitido que el caso se obscurezca, pues se ha evitado que cualquier proceso científico se aplique a la investigación para dar pie a conclusiones basadas en el video de las cámaras de vigilancia.