Lo reitero, nos interesa más la poesía, y sí: nos equivocamos en la vida y en la escritura. Los poemas perfectos son para mundos perfectos.
Yaxkin Melchy
Lo primero que hago es traer a la memoria las últimas lecturas. Dice el filósofo coreano Byung-Chul Han que vivimos un exceso de positivismo, donde el obligado ejercicio de la libertad genera un constante estado de estrés; las infinitas posibilidades ante las que nos encontramos al tomar una decisión nos agotan y al final nos conducen a la depresión o al fracaso. Regreso así a las últimas lecturas de mis contemporáneos y siento que me hacen falta ciertos nombres, varios libros, algunos tumblrs, blogs, en fin, que entre toda la masa que llamamos poesía actual, novísima, joven, contemporánea, algo se ha perdido. Y mi lectura personal los ha omitido quizá injustamente al ignorarlos. Así, este escrito será más bien la narración híbrida de mi acercamiento a esta literatura, propiamente a la poesía. Y ante la posibilidad que seguirá creciendo, de encontrar nuevos poetas por todos lados, este escrito estará destinado más a la terrible parcialidad que al éxito rotundo.
Bien, ante el marco generalísimo que se abre bajo la etiqueta de “literatura”, me ceñiré al género de poesía; acoto también la frontera espacial, hablando nada más de los nacidos en este país, y pongo el límite temporal de quienes llegaron al mundo en las fechas de entre el 85 y el 95. Sin embargo, aun con estos márgenes dispuestos sobre la mesa, el universo de dicha poesía es grande y poco claro, es decir, hay publicaciones pero son siempre parciales en el intento de unir bajo este rubro: poesía / mexicana / generación tal (85-95 en este caso), como un panorama de la producción literaria. Además de los conflictos que existen en los criterios para definir lo que es o debe ser una muestra o una antología de poetas.
Dos de los escritores que menciono en este paseo introductorio se encuentran ya en una antología prologada por Luis Felipe Fabre: La edad de oro. Antología de poesía mexicana actual. En tanto que otras de las voces, que no todas, perfilan en AstroNave. Panorámica de Poesía Mexicana (1985-1993).
Entre los diez poetas que reúne el índice de La edad de oro figuran dos nombres Yaxkin Melchy y Alejandro Albarrán, nacidos en el 85 y de constante producción y participación en la escena de la poesía mexicana. Yaxkin, poeta que encabezó la editorial cartonera Santa Muerte (hasta el 2010), además de 2.0.1.2. y 2.0.1.3. Editorial, y por otro lado Albarrán, que publicó su ópera prima Ruido en 2012 y cuya producción escrita se ha ido acompañando de soportes audiovisuales y ondas hertzianas.
A pesar de tener en mente que existe una rica y amplia tradición, previa a la generación de la que hablo, partiré de ellos dos y de otros poetas más como en una especie de estructura arbórea, o mejor dicho, como si se tratase de una red neuronal, con sus respectivos núcleos y dendritas dinámicas que los conectan unos con otros en un sistema complejo de redes.
Yaxkin formó parte de un blog que hace ya mucho tiempo ha dejado de actualizarse pero permanece en la red documentando una amistad generosa para la literatura en los blogs y más allá de ellos, me refiero a “los devras”, un grupo de jóvenes melancólicos (cómo dijo Fabre alguna vez) entre los que contamos también a Daniel Malpica, Eduardo de Gortari, Luis Arce, Elihud Delgado, Aurelio Meza e Iván Ortega López. El primero codirigiendo con Emmanuel Vizcaya la revista Radiador. Y el último cultivando una estrategia de escritura particularmente interesante, creación y recreación que al más puro estilo del remix adopta elementos generacionales de la infancia y los evoca o cambia a cada lectura de un esqueleto original que, en un principio, yo leí con el título ★★★★★.
La reunión de jóvenes que exploraban el género de la poesía, desencadenó posteriormente en La red de los poetas salvajes —que publicó a su vez una antología con el mismo nombre—, muestra a la que se sumaron voces latinoameri-canas y del país, como las de Gerardo Grande, Víctor Ibarra Kalavera, Aurora Zuñiga, Lorenza Franco, Manuel J. Jiménez, David Meza, Reyes Isven, Javier Raya, Rojo Córdova, entre otros.
A Albarrán lo conocí en casa de otro poeta, Inti García. Casas de poetas que después de un tiempo se volvieron Salón de Usos Múltiples Ulises Carrión o Museo antiguo de la poesía contemporánea. De ahí, algunos videos de las lecturas circulan aún en Youtube. La mayoría de poetas generación 70 e inicio de los 80, pero entre todo hay también uno que otro veinteañero de los que hablo.
Siempre en lo que no mencionaré aquí, quedarán rezagos importantes, estoy segura, el futuro me lo cobrará en mis próximas lecturas. Y aunque ya sé que la tendencia es partir del centro, no quiero por ello omitir los márgenes. El internet ha cumplido el papel de expansión y ha levantado la voz de la poesía escrita fuera del D.F. Muy a pesar de que aún nos quede la sensación de que esa tendencia no del todo ha desaparecido, me refiero a la necesidad que los poetas tengan que pasar, de alguna u otra manera, por el filtro voraz de la capital para que se les reconozca, llámese beca, premio, encuentro o muestra.
Si algo agradezco de vivir en Guadalajara es que de vez en vez, en la fil me encuentro con esas raras antologías que las universidades dejan en sus bodegas y sólo desempolvan en días de feria para completar el stand. Así compré (en cincuenta pesos, si mal no recuerdo) una antología que reunía poesía de estudiantes de distintas carreras, ganadores y menciones del Certamen de Literatura Joven UANL. Entre estos textos algunos de Jehú Coronado, los primeros que leí, antes de que publicará Rifle con Bakcheia cartonera y ganara el Salvador Gallardo de este año. Y hablando de galardones, otra de mis lecturas vía cartonera fue Pólvora, de Jesús Alberto Carmona, quien hace poco se llevó también un premio nacional.
Existen también otros poetas que no leí en antologías o cartoneras norteñas, pero que encontré en la frontera norte del país. Durante un encuentro de estudiantes que coincidía con el famoso Caracol de poesía; en las calles reconocí a Yaxkin. Esa noche hubo un evento en el Grafógrafo, un café bar muy simpático; ahí leyó Alberto Paz. Luego lo volví a ver en una nota de La Jornada con Yohana Jaramillo. Los videos de ella me llevaron en una serie de clics a Karloz Atl y el grupo Poesía y Trayecto, unos del Rojo Córdoba y uno de Javier Raya. Ya inmersa en la poesía oral, llegaron Las Poetas del megáfono, recuerdo entre ellas haber leído a Marina Ruíz y a Ximena de Tavira.
De de Tavira me robé un libro y prometiendo regresarlo me lo traje en la maleta. Nos vamos al sur, creo que fue en el encuentro Carruaje de pájaros que Ximena dejó unas ediciones caseras de De las cosas, yo tomé uno de un café zapatista en San Cristóbal de las Casas. La edición es llamativa, tres agujeros unidos por hilo seralón, el texto ágil, audaz. Ahí también compré (otros me los regalaron) unas pequeñas ediciones de Public Pervert, traigo a la memoria dos poetas: Darwin Petate y Verona Teomitzi. San Cristóbal es movido, llegué acompañando a Gerardo Grande. Esa vez conocí Daniel Wence, a Mariana y Alonso de Cohuina cartonera, unas ediciones bellas. También en San Cristóbal escuché al juchiteco Amílcar Meneses. En el sur, a decir verdad, leí a varios de mi generación, escuché a otros tantos y seguí a los norteños que recordaba.
Verona y yo iniciamos por afinidad de lecturas un fanzine. Pedíamos a las poetas vía Facebook colaboraciones. Julia Piastro, entre otras chicas, nos envió su texto. A ella la conocí en uno de los cursos que la F.L.M. organiza en Xalapa, con un poema del cual aún recuerdo el título, “Rojo y blanco”. De esos veranos también traigo los nombres de Irma Torregrosa, Levitan Mar, Aniela Rodríguez y Nabil Valles.
Luego que dejé Chiapas atrás, regresé a Guadalajara. Por acá colaboraba con un programa de radio donde leía a voces nuevas en la sección de réplica, por ahí grabamos textos de Félix Márquez, Iván Ortega, Danivir Kent, David Meza, entre otros. En uno de los programas estuvo también Luis Eduardo García, me regaló Pájaros lanzallamas y un adelanto de Dos estudios a partir de la descomposición de Marcus Rothkowitz. Conocí por esas fechas también a Judith Satán, que tiene una hermosa edición en tela, y que junto con Sara Raca se dedica al soporte textil de la poesía y al performance. Ahora pienso en otros poetas nacidos en el 90 y aún después: Arehf Palacios, Elva Vega, Ana Castel y Sayuri Sánchez. Y estoy comiéndome nombres seguro porque ahora no recuerdo todas mis lecturas, pero como he dicho, me lo cobrará el tiempo.
La red es amplia, ya lo había mencionado al inicio. Y no se trata de endogamia, si no de lo inevitable que es el hecho de que la lectura de unos poetas nos lleve a otros. Además, y personalmente lo lamento, no somos mayoría los lectores de este género literario, no desde hace mucho tiempo. Entonces en algún momento habremos de coincidir, habremos de leernos, pasa y pasará. Es lo único de lo que estoy segura, independientemente de que la institución, que también cambia con el devenir de todo, nos quiera poner a sus escritores en las portadas, siempre tendremos el internet, las fotocopias, los amigos que te prestan libros y las afinidades de lectura. Mientras, yo aquí les dejo mi recorrido por la poesía mexicana de los veinteañeros. Si me faltan nombres, ahí nos queda de tarea agregárselos la próxima. Ahora regreso a La sociedad del cansancio, esa de la que habla Byung-Chul Han, que ante tanta aparente libertad hace de los jóvenes unos melancólicos proyectos de la depresión y el fracaso. Pero no hay que llorar, mejor googleemos poemas a ver a dónde nos llevan.