Columna Semanal
13 de diciembre del 2018

Parte 1

Entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, en plena era de la industrialización, los movimientos migratorios motivados por salarios elevados principalmente, dieron paso a la convergencia salarial. Demostrando en algunos casos que los salarios reales de los países de origen aumentaban más rápido que en los países de destino, es decir, en el corto plazo se aproximaban a la igualación salarial. Sin embargo, conforme avanzaron los años, la demarcación estructural dio paso al fenómeno del desarrollo y subdesarrollo económico. Paradójicamente, la multitud que se dirige hacia Estados Unidos no sólo es incentivada por mejores salarios; el economista mexicano Humberto Bezares dice: “no es el sueño americano, sino la pesadilla del subdesarrollo lo que desplaza comunidades enteras”. En Honduras, el 64.3% de la población vive en condiciones de pobreza; sin embargo, lo que ha detonado la movilidad de miles de personas es el escape de la violencia que los tiene sometidos desde hace años; los precarios ingresos que obtienen las familias se ven nulificados ante las sentencias de muerte por no poder cumplir con el “impuesto de guerra”. Al igual que el Salvador, Honduras se ha convertido en un refugio para pandilleros y organizaciones delictivas al acecho de una población vulnerable. Por otra parte, en Guatemala el 46.3% de los niños menores de cinco años padecen desnutrición. Aunado a esto, los desastres naturales como la erupción del volcán de Fuego son hechos que se acumulan sobre la esperanza de los migrantes obligándolos a abandonar sus raíces.

Los migrantes deslindan a los gobiernos de sus responsabilidades de contrarrestar los problemas como el desempleo, seguridad y salud. En este contexto, las remesas se han convertido en bonos de subsistencia para los integrantes de las familias que no emigran. Movimientos como la Caravana Migrante son una muestra de la brecha de desigualdad que ha aumentado a causa de la globalización. El economista norteamericano Joseph Stiglitz se pregunta: “¿cómo es que la globalización afecta tanto a países en vías de desarrollo como a los desarrollados?” La visión neoliberal del mercado de trabajo detentada por los grandes corporativos, alimenta un aumento de sus ganancias favorecido por una gran cantidad de mano de obra barata sin derecho a prestaciones laborales, por eso necesita de los indocumentados. Asimismo, al permitir la entrada de miles de migrantes a Estados Unidos, el aumento de la oferta laboral genera una disminución en los salarios, lo cual favorece el enriquecimiento de un sector desinteresado por el bienestar de los trabajadores.

No hay que dejar de lado que la travesía para llegar al destino no garantiza la seguridad para ninguna de las dos partes: migrantes y anfitriones. La caravana migrante puso a prueba la moral de la población mexicana; mientras en estados como Chiapas una fracción de la población mostraba gran benevolencia hacia los viajeros por motivos de empatía, regalándoles comida, agua, ropa y en algunos casos ayudando a transportar a los más agotados por el camino; contrario a una parte de los habitantes de Tijuana, quienes adoptaron los discursos de xenofobia y racismo. Los tijuanenses a través de su desprecio e intolerancia muestran un sentido de inferioridad que observó el poeta y ensayista mexicano Octavio Paz hace más de medio siglo sobre la identidad del mexicano. Da la impresión que buscan una aprobación estadounidense, se mimetizan sobre la intolerancia y el desprecio.

Por desgracia, en algunos movimientos existen personas con ambiciones perversas y un gusto por la degradación del ser humano; en casos como Italia, se culpa a los migrantes de fortalecer la violencia y el tráfico de drogas. Aquellos que apoyan los discursos de odio, generalizan a los migrantes, hacen bromas racistas y las promueven como sucede en las redes sociales, su encierro acrítico los lleva a enfrentarse incluso contra los de su misma nacionalidad. Las minorías también alzan la voz, por el respeto y tolerancia hacia los migrantes, demostrando un grado de humanismo, pero son calladas de forma violenta por la gran multitud xenofóbica. Muchos escenarios se pasan por alto como aquel donde los migrantes tendrán que conformarse con el salario mínimo de $88.36 pesos, o peor aún, ser obligados a unirse a las filas del narcotráfico o de la delincuencia organizada de nuestro país. El abandono de sus hogares sólo ha sido el inicio de un peregrinaje doloroso donde México es apenas el primero de los círculos de un infierno al estilo de Dante.

Luis Alberto Sánchez Santos

Oaxaca, 1994. Estudió economía en la Universidad José Vasconcelos de Oaxaca.

Fotografía de Luis Alberto Sánchez Santos

Artículos relacionados

Una generación cosificada
Columna Semanal
Mexican New Deal
blog comments powered by Disqus