Desde hace algún tiempo creo que las llamas del infierno se mantienen ardiendo gracias a todas las hojas de las tesis que los estudiantes están obligados a realizar.
Ese fuego que consume a los estudiantes no debería existir; y es que durante la licenciatura nadie te dice que el último escalón es una barda de dos pisos, tanto para el estudiante como para los padres. Para el estudiante por el enorme esfuerzo que esto implica, y para los padres por el enorme pago que deben hacer.
En las escuela particulares de Oaxaca, actualmente la titulación oscila entre los 18 y 25 mil pesos, si no es que más. Eso, por supuesto, no te lo dicen cuando vas a pedir informes. Sólo mencionan los costos de inscripción y las colegiaturas. Tampoco te dicen que cada año la colegiatura aumentará porque a los dueños se les antojó, aunque ése es otro tema.
Con esos costos, es normal que haya tanto pasante en el campo laboral. El problema es que entre más tiempo tarden en titularse, más irá aumentando el precio de la titulación. Por si fuera poco, en algunas escuelas ponen un límite de tiempo: si dejas pasar más de cinco años ya no te permiten hacerlo, a menos, claro, que pagues más dinero.
Dicen que hay escuelas que son más bondadosas, o sea, te permiten cubrir tu cuota en dos pagos. El alumno que se titula por promedio debe pagar su cuota, el que hace la tesis también; sin embargo, las universidades dan una tercera opción: un curso inventado por ellos mismos que les ahorra esfuerzo a los estudiantes, pues en lugar de una tesis sólo presentan una tesina. Desafortunadamente esto es más caro.
En Oaxaca la mayoría de universidades no te permiten titularte por el examen de Ceneval. No tienen esa opción porque sería más barato para el estudiante y más rápido. Además, eso demostraría qué nivel académico tienen sus alumnos para pasar un examen que se realiza a nivel nacional. De alguna manera es arriesgarse y exhibirse. ¿No hay alguna institución que obligue a todas las universidades a implementar el examen Ceneval? Eso les ahorraría a los alumnos como 15 mil pesos. Además, es más importante que haya profesionistas que sepan lo mínimo sobre su carrera para que puedan ejercer, que profesionistas que sepan cómo se hace una miserable tesis. Y es que eso de tener que pasar todo un trámite burocrático, gastar miles de pesos en copias, dejar a un lado la creatividad por seguir un método, por estar atrapado en dogmas académicos que al final sirven para tres cosas, sólo hunde en la depresión a miles de jóvenes que no son ni estudiantes ni trabajadores y que empiezan a tener preocupaciones más importantes en ese momento que una tesis, como sobrevivir, por ejemplo.
Que nadie pretenda engañarnos con eso de que la satisfacción personal, que es un libro creado por uno mismo y demás tonterías, porque en realidad es un libro que no le interesa a nadie. En Oaxaca las tesis de licenciatura ni de maestría, y estoy seguro que el noventa y nueve por ciento de las de doctorado, se publican. Ninguna universidad gastaría dinero en eso porque no les generaría ganancias. No hay que olvidar que las universidades son un negocio.
Creo que los que tuvimos que hacer una tesis recordamos esa parte como algo oscuro. Eso sin mencionar a los asesores que nos tocan. Eso podría complicar mucho las cosas. Cuando iba al IESO el problema mío no fue con los asesores, sino con la encargada del área de titulación, una de esas mujeres neuróticas que te hacen la vida imposible si te ponen entre cejas, y que respondía al nombre de Paty.
Un día se me ocurrió hacer un comentario sarcástico sobre la manera en que explicaba los proyectos, que —hay que decirlo— era estúpida, y eso fue suficiente para que la tesis me absorbiera más tiempo del que tenía planeado. Aunque la verdad no fue mucho, no me interesaba en lo más mínimo y sólo hice las cosas por cumplir. Por ejemplo, al final, como sabía que los jurados no leerían las tesis, mandé a engargolar todas las que me regresaron, no quise gastar más en la impresión, y el disco que entregué no tenía mi tesis, en realidad era una copia pirata de una película de Dragon Ball. Y mi presentación duró quince minutos. No fue nadie, sólo estábamos los tres jurados y yo, luchando por no dormirnos. Porque claro, a ellos tampoco les pagan lo suficiente como para leer las tesis, todo el dinero es para la universidad. Hicimos lo necesario para cumplir con el protocolo y cada quien fue a seguir con su vida laboral. La mía se supone que empezó desde aquel momento, pero en realidad tardé dos años en conseguir un empleo medio estable.
Lo único que a veces me duele es la película de Dragon Ball que regalé, hubiera entregado algún otro disco. En ocasiones quise ir por ella a la universidad, pero tuve miedo de que se fueran a dar cuenta y que la terrible Paty siguiera ahí y por pura venganza me hiciera repetir la tesis. Sobre qué la hice, no lo recuerdo, seguramente la tiré a la semana siguiente, seguramente terminó ardiendo como todas las tesis que siguen alimentando las llamas del infierno.