Hace unos días fui con mis compañeros de la escuela a jugar gotcha. Al principio no pretendía ir. No me llamaba la atención y mis amigos no irían. Finalmente, por alguna razón me convencí de ir. En realidad no sabía qué esperar. Los chicos con los que fui son mis compañeros de clase pero no con los que me llevo más. Nos dividimos en dos para iniciar una campaña en la que quien matara más, ganaba. Es decir, el objetivo era matar relativamente a todos los de equipo contrario.
Dentro del juego, mientras esperaba a que alguien se asomara para dispararle, me llegó una pregunta a la cabeza: ¿por qué nos gusta hacer la guerra en tiempos de paz? Me incluyo porque todos disfrutamos, no sólo reunirnos para hacer algo más que trabajos escolares, sino también, hacerle daño a alguien de manera (quizá) válida. Y aunque “morías” solo si te disparaban en las partes protegidas (la cabeza y el torso). A todos les agradaba disparar en los brazos y piernas porque no tenían protección y dolía mucho.
Las artes marciales, a diferencia de lo que los demás piensan, no son para golpear personas porque sí. Se necesita de disciplina para poder tener un buen nivel para una competencia (otra forma de hacer guerra en tiempos de paz). Tal vez está de más decir que es totalmente diferente pelear en un torneo a pelear entre compañeros de clase o trabajo. Está padre cuando dentro del dojo (el lugar donde un karateka entrena) o dentro del salón de clases los chicos compiten entre ellos por ser el mejor (sin ser zalameros). Es motivante porque así todos se esfuerzan por superarse.
Creo que todos hemos escuchado “mente sana en cuerpo sano”. Tenemos energía suficiente como para razonar constantemente acerca de nuestro entorno y para hacer ejercicio (y así lograr controlar nuestro cuerpo). Yo no sé si le pasa a todos, pero si estoy mucho tiempo sin hacer ejercicio mi mente se torna dispersa. Pero ¿qué pasa si una persona no hace ejercicio y tampoco le causa interés su entorno como para cuestionarlo o reflexionar sobre él? Está en todo y en nada. Todos los días veo a mi alrededor que las personas se pelean por cosas insignificantes. Creo que es el efecto de no saber ocupar la energía.
Para mí hay dos formas de hacer guerra en tiempos de paz: la primera es la productiva, cuando se practica alguna disciplina o deporte para estar en forma o para mejorar como ser humano y aprender a controlar la corporalidad. La segunda es la absurda, en la que una persona intenta someter a otra, pero no les deja ningún beneficio e incluso, creo que podría amargarlas. Las personas amargadas caen mal y se me hacen feas, en cambio las que practican deporte o alguna disciplina cuidan de su cuerpo y aprenden a relacionarse con los demás. Aparte, es más fácil intentar arruinar a alguien que ser disciplinado.