Zumbidos
07 de julio del 2017

El comentario videograbado que subí en la red sobre el sistema y el método de Karl Marx no tenía más objeto que rendir un sincero homenaje al filósofo del que más he aprendido, y que, al mismo tiempo que me permitió separarme de los devaneos estériles de la filosofía académica, me hizo comprender a cabalidad las bases injustas y deshumanizadoras sobre las que se sustenta el modo de producción capitalista y sus infames ramificaciones históricas, como el neoliberalismo. Toda la obra de Marx está imbuida de un insoslayable espíritu crítico (y en este sentido Marx es mucho más kantiano que hegeliano), de ahí mi deber imperativo de criticar al maestro en los puntos que considero decisivos en su aportación sistemática y metodológica. Sería absurdo, por lo tanto, que me negara a recibir críticas bien fundadas y honestas por parte de mis alumnos o me violentara por los atinados señalamientos que alguien llegara a hacer en contra de mi obra. Ya he vivido demasiada violencia y me niego tajantemente a que alguien, sobre todo si es merecedor de mi cariño y respeto, sufra las consecuencias de mis apasionados desbordamientos…



Hace más de treinta años, en un libro riguroso que lleva por título Totalidad, seudototalidad y parte, acometí la quijotesca tarea de analizar críticamente los sistemas y los métodos de los filósofos más significativos. En ese libro, la obra de Karl Marx ocupa un lugar privilegiado, pues creía en ese entonces que la única manera de acabar con la injusticia, la corrupción y la desigualdad inseparables del modo capitalista de producción, era mediante una revolución encabezada por obreros, campesinos e intelectuales. Y no era una pose generacional, pues me vi obligado a vivir en la clandestinidad por un tiempo, además de perder a varios amigos que fueron desaparecidos por el gobierno represor y que como yo creían en la necesidad imperiosa de la lucha revolucionaria. Hoy, tras asimilar críticamente las nefastas experiencias del socialismo triunfante (Unión Soviética, China, Cuba, Corea del Norte, Venezuela, etc.), y comprobar la perniciosa arrogancia de los que se asumen como líderes revolucionarios, que una vez que llegan al poder se convierten en una casta más intolerante que la que derrocaron, ya no creo en la violencia revolucionaria como opción. La revolución es fulminante en sus cambios, la evolución es lenta y tortuosa; la revolución no puede ser pacífica (ninguna dictadura lo es), pues si es pacífica ya entramos en el dominio de la evolución y no de la revolución.

Se trata tan solo de mi opinión, falible y susceptible de crítica como cualquier aportación humana. Y por eso apelo a un diálogo respetuoso y propositivo, no descalificativo, en torno al legado de Marx y su posible vigencia para superar los inmorales modelos neoliberales que estamos padeciendo. Propongo con tal fin la celebración de unas mesas donde se debatan las principales aportaciones de Marx y se reflexione críticamente en torno a temas tan relevantes como: 1) La vigencia de la lucha de clases; 2) la dictadura del proletariado como transición hacia una sociedad sin clases, justa y tolerante; 3) la vigencia o no de la propiedad privada, la familia y el Estado.

Adjunto un archivo sobre el sistema y método de Marx, extraído del libro arriba mencionado. Lamento que tantas horas de estudio y reflexión estén ensombrecidas por un lenguaje difícil y arrogante; pero confío en que los lectores más esforzados puedan extraer algunas enseñanzas clarificadoras que permitan elevar el nivel del debate.

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