La persona a la que miramos, o que siente que la miramos, nos mira a nosotros de vuelta. Percibir el aura de un objeto que miramos significa dotarlo de la capacidad de mirarnos de regreso.
Walter Benjamin
Nuestra época, en cambio, se caracteriza por un enorme sentido antifilosófico. La mirada contemplativa es una facultad humana que difícilmente puede abrirse paso en una sociedad donde los individuos corren de un lado a otro, casi siempre con prisa y sin poner mucha atención en el entorno. La observación y la duda son actos de voluntad que están seriamente limitados por la espiral infinita de información, publicidad y deberes a los que estamos sometidos, y, paradójicamente, nunca antes ha sido tan importante cuestionar la realidad como ahora. Es por ello que el estudio de la filosofía en nuestro tiempo, realizado desde la óptica del ensayo, recobra una importancia de primer orden.
El ensayo mexicano actual está abriendo nuevos horizontes de comprensión y de explicación del mundo. El uso del pensamiento, la pregunta y la reflexión filosófica en este campo, son ya una constante en algunos autores; lo cual cobra una fundamental importancia si tomamos en cuenta el contexto antifilosófico en el que se encuentra el mundo. Me parece, incluso, que ninguna otra época lo ha sido tanto; porque el principio fundamental de cualquier filosofía es la observación profunda de las cosas: mirar algo con cautela es necesario para llegar a un momento de reflexión o de duda. Demorar frente a la realidad es necesario para comprenderla y explicarla; y también es un proceso que requiere concentración y tiempo: dos cosas que se están diluyendo en la vorágine informativa de alta velocidad en la que vivimos. Justo ahora, que se ha catalogado a la sociedad de nuestro tiempo como un gran grupo de homo-videns, parece que ya no podemos ver nada con detenimiento, con la cautela que la mirada filosófica requiere. Sin embargo, aun en las épocas caracterizadas por la agudeza y la preocupación filosófica, no fueron muchos los individuos que lograron mejorar su vida y su entorno; pensemos en la ingenuidad —o desfachatez— de Platón al argumentar el ideal de una República justa al mismo tiempo que legitimaba la existencia de la esclavitud. En contraparte, Leucipo y Demócrito encontraron el átomo como un componente fundamental de la vida en una época donde las herramientas tecnológicas para estudiarlo estaban muy lejos. Esto podría hacernos suponer que si Platón hubiera observado su realidad con el rigor que lo hicieron estos filósofos de la naturaleza, tal vez no hubiera llegado a esas conclusiones sobre la justicia y el Estado. Contemplar la realidad con detenimiento y franqueza es un ejercicio filosófico que debe servir no sólo para comprender y explicar el mundo, sino también para transformarlo. El ejercicio filosófico al que me refiero, está encontrando una ventana de comprensión y explicación de nuestro mundo a través del ensayo, a través de esos autores que nos obligan a hacerlo. En un contexto donde vivimos la tragedia de las ideas —pues aún las más radicales se convierten en mercancia—, Vivian Abenshushan en Escritos para desocupados aconseja sabiamente de cara al panorama de la mercantilización humana: “debería ser la vida, pensé, simple, barata, ociosa, con tiempo para ser uno mismo”.1 Detrás de un cierto desparpajo y humor negro de esta autora, subyace a través de su mirada la verdad que queremos escuchar: “mate a su jefe: renuncie”.2 A través de su narrativa, la mirada filosófica de Vivian tal vez sirva para reencontrarnos con nuestro mundo sin tanta amargura.
En este momento de la vida humana, el sistema económico demanda eficiencia y rapidez en la producción a gran escala de todo tipo de productos, muchos de ellos innecesarios y sin pensar cabalmente en el deterioro irreversible que se hace a la naturaleza. La producción masiva, sumada a una nula consciencia de los valores éticos y morales, nos está llevando a un despeñadero, donde parecería que uno sólo se puede salvar si es lo suficientemente cínico o ignorante como para no darle importancia a esa devastación que nos sitúa en el abismo de la soledad y el sin sentido. El sistema económico no está interesado en que los individuos reflexionen sobre lo que les pasa a ellos y a su mundo. La cantidad de distractores con los que contamos y la velocidad con la que se tiene que vivir son la ecuación perfecta para acabar con los ¿por qué? Sin embargo, la nueva orientación del ensayo mexicano se está acercando al bagaje fundamental del pensamiento transformador de la filosofía. A partir de esta narrativa se está recobrando la sabiduría primaria que ha sido sepultada por un edificio histórico-conceptual que suena vacío si no hay una ganancia existenciaria. La tradición hermenéutica y el lenguaje de la propia filosofía, la mantienen atada al ámbito academicista, y frente a esto, el ensayo contemporáneo está trazando un camino de recuperación de ésta a través de su narrativa.
En Árboles de largo invierno. Un ensayo sobre la humillación humana, Luis Muñoz Oliveira pone frente a nosotros el vitral de una realidad que se confunde con la fantasía; nadie podría creer que tantas formas de vejación humana son reales y vivibles. Este ensayo sobre la humillación y sus diferentes formas de reproducción nos recuerda no sólo la crudeza del mundo en el que vivimos, sino también nos descubre el rostro de una humanidad que sobrevive a expensas de un modelo económico que permite y fomenta la desigualdad, la pobreza extrema, el racismo, la falta de educación y de oportunidades para una vida digna. Utilizando recursos como la crónica y el relato y recurriendo también a pasajes muy significativos de nuestra historia, este ensayo desmenuza una realidad donde el modo de producción capitalista, junto con otras formas de conquista y exterminio, se han convertido en un modo de vida que nos permite sentirnos cómodos en el epicentro de la infamia, haciéndonos, tal vez, tan infames como nuestro tiempo. En la búsqueda de la dignidad, tenemos que reconocer que Schopenhauer tenía razón al pensar que el más grande error de la humanidad es creer que hemos venido a este mundo para ser felices:
El único error innato que albergamos es el de creer que hemos venido al mundo para ser felices. […] Durante todo el tiempo que este error está adueñado de nosotros y, sobre todo, si viene a confirmarnos en él dogmas optimistas, el mundo nos parece lleno de contradicciones. Constantemente, lo mismo en las cosas grandes que en las pequeñas, experimentamos que el mundo y la vida no están hechos para consentir una existencia dichosa […], de ahí que la fisonomía de los ancianos tenga con frecuencia el sello de […] la decepción.3
De un modo paradójico, los pensadores más sombríos pueden ser también los más alentadores, y creo que, en este caso, Oliveira alienta a pensar en la dignidad como una especie de vacuna contra la humillación, que a su vez permite salir de ese paisaje invernal en el que vive nuestro corazón. Que la vida se ponga a la altura de nuestras expectativas, dependerá de nosotros y de la medida en que nuestras capacidades a nivel humano-colectivo permitan recuperar la dignidad de un modo universal.
En La fragilidad del campamento. Un ensayo sobre la tolerancia, Oliveira nos vuelve a colocar en el horror y la tremenda melancolía que nos puede despertar la consciencia de saber cómo es el mundo en el que vivimos, pero frente a esto, nos alienta a seguir buscando y tratando de construir la democracia verdadera y a usar la tolerancia como moneda de cambio universal en un mundo donde los relativismos intolerables se imponen con violencia. La explicación ágil y amable de este autor nos reconcilia con nosotros mismos, nos invita a ser conscientes del error posicional de niveles históricos y nos muestra la emergencia de un cambio que puede darse a través del ejercicio del pensamiento filosófico. Quizá la agilidad del ensayo, como forma narrativa, tiene un poder comunicativo que el texto filosófico en sí mismo no posee.
En un momento como el actual, en el que la dinámica del sistema mundial difícilmente dejará que alguien tenga ideas profundas o reflexiones sobre sí mismo, un personaje de la novela de Guillermo Fadanelli, El hombre nacido en Danzig, se pregunta: “¿qué es más humano que desear escapar de lo humano?”. Nos sitúa así en la pregunta esencial de la filosofía humanista. Cuando a Tales se le ocurrió que el origen de todo era el agua, vivía en Mileto, una ciudad rodeada por el mar. La presencia de tanta agua podía ser la causa de sus conclusiones, pero también tuvo el tiempo y la mirada aguda y paciente de quien ve algo repetidas veces como si fuera la primera vez. Quizá, por la misma razón, Guillermo Fadanelli cree que el origen de todo está en las profundidades de la desolación y la sordidez humana, pues finalmente es lo que nos rodea; como el mar de Mileto, en donde quiera que se ponga la vista es fácil verlo, pero, sobre todo, si vivimos en la periferia de nosotros mismos. En En busca de un lugar habitable dice: “El hombre jamás tomará distancia suficiente para observar el mundo sin estar involucrado”.4
La visión acertada y desoladora de Guillermo Fadanelli sobre la existencia humana, sobre lo que significa vivir en estos tiempos, nos deja irremediablemente en la angustia del más puro existencialismo y el cuestionamiento filosófico, pero también nos lleva a una discusión interminable y al diálogo con nosotros mismos. Usar la narrativa y los personajes literarios para despertar en el lector el efecto que produce la filosofía en la mente humana, es una apuesta que está ganando una generación de escritores que son filósofos y filósofos que son escritores. Literatura y filosofía convergen de un modo muy natural y necesario en la pluma de algunos autores mexicanos contemporáneos, quienes, por cierto, han encontrado el mundo de la reflexión filosófica de diferentes modos: Guillermo Fadanelli por cuenta propia y Luis Muñoz Oliveira por la vía académica.
Sergio González Rodríguez ha sacudido nuestra forma de ver la realidad nacional con su mirada crítica, con su investigación periodística llevada al extremo de comprometer la propia vida. Huesos en el desierto es uno de esos ensayos que ha puesto en tela de juicio el contexto histórico de este país a través de la mirada filosófica que trata de comprender y explicar cómo y bajo qué figuras pueden convivir los inocentes con sus verdugos, y pone al descubierto el horror frente a la indiferencia del mundo, de un mundo que no es exclusivo de los mexicanos. La anatomía del mal —recopilada mediante un trabajo periodístico, incuestionablemente filosófico— es otro de los aportes a la ensayística mexicana, que quizá esté abriendo una ruta donde convergen las ideas filosóficas más importantes de la condición humana. Así lo atestiguan los ensayos El hombre sin cabeza y Campo de guerra de Sergio González Rodríguez.
Leonardo da Jandra es otro escritor indispensable en la actualidad; él también ha intrincado su vida con su obra y su pensamiento, y este último lo ha llevado al extremo de compromisos vitales con lo que le rodea. En sus ensayos, de diferentes maneras y con análisis exhaustivos de muchos filósofos, nos recuerda claramente que ningún tipo de quehacer o teoría filosófica es realmente provechosa si no sirve para la vida y para enfrentar la bancarrota de la condición humana en la que se está hundiendo el mundo.
En La gramática del tiempo Da Jandra nos permite entender sobre el presente, que las formas regresivas del quehacer y del pensamiento humano implican una imposición violenta de “los sentidos sobre la razón, del hacer sobre el memorizar y proyectar, del espectáculo sobre la historia y la filosofía. El culto al presente señala, por tanto, el triunfo efímero de la política sobre la utopía, de lo profano sobre lo sagrado, del es sobre el fue y será”;5 y que por lo mismo nunca antes fue tan necesario sobreponernos al presente desde el presente mismo, desde el ahora para poder tomar resoluciones que se inclinen a vislumbrar un objetivo común en el futuro.
Sus meditaciones se vuelven esenciales y reveladoras en este momento, en el que estamos tratando de recuperar la sabiduría como una forma de vida y no como un falso estandarte. Salir del egoísmo implica pensar en todos al mismo tiempo que se piensa en uno mismo, y sólo eso nos hará asumir una consciencia moral sin vueltas ni retornos. “Sólo aceptando la complementación sublimadora de la ciencia y la religión por medio de la filosofía, podrá el ser humano dejar atrás para siempre la conflictividad inherente a la autogratificación egocéntrica”,6 dice en su ensayo Filosofía para desencantados.
El ensayo es una figura narrativa difícil de precisar. Es como un concepto inacabado, pues se dan muchas formas de entenderlo y de materializarlo; sin embargo, hay en él una estructura muy sólida y por mucho tiempo reproducida por los intelectuales de cada época. La idea y el objetivo que subyace en su estructura, siempre es la de explicar algo de la manera más clara y argumentada. El ensayo es una de las herramientas teóricas más importantes de nuestro tiempo por las cualidades esclarecedoras que ofrece. El ensayo en sí mismo tiene un poder comunicativo muy poderoso, y en estos tiempos —con algunos autores como los ya mencionados en el texto y otros como Valeria Luiselli, Cristina Rivera Garza o Heriberto Yépez— está sirviendo para acercarnos a la filosofía, y con ello se podría estar abriendo una oportunidad para generar una evolución de la consciencia humana.
Puede ser que, a través del ensayo, estos tiempos encuentren o se formen una estructura, una narrativa personal del mundo, donde pensamos comprendernos o creemos comprender lo que sucede alrededor. Quizá el ensayo sea como una embarcación que ayude a llegar a la otra orilla de la realidad y, claro, como en toda travesía, los horrores y colores del paisaje se presentarán como necesarios para tocar tierra otra vez.
Si para Luigi Amara la anatomía y la vellosidad de una nariz pueden ser el tema de un ensayo que lleve a la reflexión profunda de la responsabilidad humana, valdría la pena también decir que todo en este mundo cabe dentro de un ensayo, siempre y cuando el tema esté permeado por la mirada filosófica. Eusebio Rubalcaba tiene mucha razón al sintetizar en El arte de mentir los temas indispensables para el ensayo:
[…] la amistad, las bondades y deslealtades del amor, la dureza de los recuerdos. El ego de los escritores, la cocina del taller literario, la tentación de juzgar la propia obra. El cinismo, el ensimismamiento, la frivolidad, el recato. Los perros, la soledad, la mentira, el conocimiento, la tristeza, el coleccionismo, los celos, la muerte, la música, la voz femenina. Pareciera que todo despierta la curiosidad y el entusiasmo del ensayista.7
Encontrar los puntos de conflicto, reconciliación y reflexión profunda de las cosas en los pequeños intervalos de tiempo, en los detalles azarosos, en lo cotidiano y en los actos conscientes, pequeños o grandes, que componen la vida humana, invariablemente nace de mirar, cada vez de una forma distinta, a la misma realidad. Y eso mismo es lo que se da en la perspectiva del ensayo: que abre la puerta hacia cualquier lugar al que se quiera llegar.
Dicen que es más difícil hacer reír que llorar; en “El peatón inmóvil” de Luigi Amara el humor filosófico nos arranca la risa que no teníamos planeada. La risa que no es habitual, porque nace de mirar de una forma distinta a la misma realidad. Este escritor ha encontrado la manera de transformar el mundo de siempre, con la mirada que muy pocas veces usamos: la mirada filosófica.