En un mundo tan volátil como lo es internet, uno se ve envuelto en toda clase de rivalidades por la atención desenfrenada, y no es algo que nos extrañe. Las redes sociales más populares, como Facebook y Twitter, no crecieron de la información importante o de la felicidad de ver a las personas conviviendo, sino de los gustos banales y de los nuevos métodos de entretenimiento que la gente va generando en estos sitios.
Conforme las comunidades en internet fueron creciendo, también lo hizo la competencia por captar los ojos ajenos, cayendo cada vez más en prácticas desesperadas. Las masas, como algo instintivo, ponen su atención en algún evento impactante y, de paso, tratan de formar parte de ello. Esto se volvió la perfecta excusa para ganar unos cuantos “me gusta” o cierta cantidad de retweets. Comprometiéndose así, falsamente con alguna corriente social, alguna minoría, alguna desgracia internacional, en fin, cualquier cosa que le garantice un público fácil. Tocando infinidad de temas y creando la mayor cantidad de hashtags como sea posible.
Repentinamente, aquel que no hable de aquella noticia impactante del momento se queda relegado, puesto que, ahora que se ha convertido en cualquier otra moda se busca que constantemente cambie, en busca del siguiente hecho o movimiento del cual adueñarse y explotar. No es sorpresa que el gigante de Facebook haya creado un filtro de la bandera francesa después de los ataques terroristas de París en 2015, o que en el momento en el que se escribe este texto siga en función una reacción con la bandera de la comunidad LGBT (Lesbianas, gays, bisexuales y transexuales). Nada de eso se realizó para generar una verdadera conciencia, es más, los convierte en meros asuntos triviales. El supuesto mensaje que transmiten no es más que una carnada para que los usuarios no se aburran, y de paso, hacerles creer que aquello es algo de lo cual enorgullecerse.
Alguien que fielmente se compromete con algún movimiento se ve fastidiado con la constante intervención de nuevos sucesos, nuevas noticias y nuevas desgracias que son mencionadas y compartidas incontables veces por estos medios electrónicos; lo cual, a la larga, puede que lo terminen arrastrando en una corriente de sobreinformación y, por tanto, al desinterés general: ¿Para qué lamentarse hoy por algunos muertos si mañana habrá muchos más? De esta manera, todo acontecimiento pierde su valor.
Por fortuna y, en contraste con este panorama tan crudo, nacen colectivos que pretenden alejarse un poco de estas actitudes superfluas comúnmente difundidas en internet. Teniendo como objetivo el uso de la solidaridad como una herramienta de desarrollo en actividades específicas, como el estudio de literatura, ciencia, historia, matemáticas, entre otras materias; o en ciertos casos, la organización de labores sociales y ecológicas en favor de alguna causa. Conformando así, grupos de personas que se relacionan continuamente para comunicar y adquirir información de su interés, lo cual les exige un sentido de pertenencia para lograr el trabajo en conjunto.
En este tipo de contexto, y en especial para quienes interactúan constantemente en redes sociales, como pasa con las nuevas generaciones, es toda una lucha por no dejarse llevar por sujetos carentes de compromisos reales y una búsqueda continua de contenidos y comunidades que favorezcan el desarrollo personal y de la sociedad; lo cual no se puede realizar más que con un pensamiento crítico, uno que pueda analizar y valorar el contenido que valga la pena y que no deje que sus ideales se conviertan en cualquier otra moda pasajera.