Japón
29 de enero del 2017

Si se habla de poesía japonesa, es obvio que el haiku ha acaparado las ediciones. El tanka, un anciano de más de mil años, ha pasado desapercibido por la mayoría de los lectores mexicanos. Se le suele ver como una prolongación del haiku. Sin embargo, las diferencias van más allá de la forma. Embarcarse en la composición de un tanka con esta idea en la mente sería tan eficaz como, por hacer una analogía simple, tunear un Honda quitándole el motor para atarle dos caballos.

El tanka es una forma poética de treintaiún sílabas (en su equivalente japonés: mora), distribuidas en un ritmo de 5-7-5-7-7. Se prefiere que los versos (ku) tengan un significado completo, es decir, sin encabalgamiento. Los japoneses lo escriben de corrido, en una sola línea, sin título ni puntuación; los occidentales preferimos dividirlo en cinco. No se emplea la rima. Las sílabas del japonés terminan en vocal y carecen de acentuación, por lo tanto, el uso de la rima sería demasiado sencillo y monótono. Se acostumbra poner una cesura entre la tercera y la cuarta oración, esto permite un contrapunto entre dos imágenes desarrolladas por separado. Con el paso del tiempo, la primera sección de 5-7-5 dio lugar al haiku, pero ésa es otra historia.

He ahí la receta. Mas no debemos tomarla como viene. Algunas de estas convenciones se rompen sin por ello cruzar las líneas fronterizas del tanka. Aunque debió someterse a reglas estrictas durante mucho tiempo, ha llegado a convertirse en un poema adecuado para explorar las nuevas tendencias literarias. No obstante, se corre el riesgo de elaborar un verso cualquiera si no se conocen los aspectos esenciales que lo conforman.

Quizá los dioses nos podrían iluminar al respecto. El Kojiki (Registro de asuntos antiguos, del año 712) cuenta que el primer tanka lo creó el dios Susanoo. Mientras responde a nuestras plegarias, será mejor enfocarnos en la primera gran obra literaria de Japón: el Manyoshu (Colección de la miríada de hojas del año 759), donde el tanka ocupa casi la totalida de la obra.

El Manyoshu recopila los poemas de una amplia gama de autores, desde la gente de a pie hasta los miembros de la corte. Se elaboró poco después de la Reforma Taika (604. d.C). Las reformas políticas centralizaron el poder en la figura del emperador, lo que a la postre resultó en un sentimiento de unidad entre el pueblo y su soberano, creando así una conciencia de nación. Aunque la poesía china gozaba de mayor prestigio, las reformas ayudaron a valorizar la producción de poesía nacional.

Waka (poema japonés) fue el término utilizado para diferenciar la poesía nacional del kanshi (poema chino). Aparte del tanka (poema corto), había otras variedades como el choka (poema largo) o el sedoka. Con el tiempo, las demás formas poéticas cayeron en desuso y la denominación waka pasó a representar sólo al tanka. El hecho pudo deberse a la dificultad de mantener la intensidad emocional más allá de cinco ku; o porque se adecuaba más a una rápida carta de amor. Si nos ponemos darwinianos, o mejor dicho, dawkinianos, podemos decir que el tanka aumentaba las posibilidades de reproducción del poeta, en comparación con aquéllos que perdían el tiempo con un choka.

En el Manyoshu se aprecia una profunda admiración por la naturaleza, de la que derivan “postales” muy bellas. Esta peculiaridad está cimentada en la religión y permea todo Japón. Por otro lado, el lirismo encuentra un eco en la manifestación de los eventos naturales, como si éstos compartieran las penas y alegrías humanas. Las estaciones del año se ligan a sentimientos específicos. Si bien, juegan un papel importante tanto en la elaboración de los poemas como en su clasificación, el waka no necesita de asociaciones estacionales, como podemos observar en el siguiente ejemplo de Kakinomoto no Hitomaro (?, 662-710), el santo de la poesía japonesa y poeta principal dentro de la colección:

El temple y la mesura de los caballeros
yo no los tengo: que el día y la noche
los paso queriendo.1

El poema es una declaración de regocijo. El yo adquiere tal brío que es capaz de anteponerse a las convenciones. El contexto se resiste al yo, y éste reacciona con fuerza. Se plasma una postura vital, optimista, donde el yo encuentra su expresión directa y sin florituras. Éste es el carácter que impregna gran parte del Manyoshu.

Con el paso de los años, la poesía china terminó desplazando al waka. No fue sino hasta la creación del Kokin Wakashu (Colección de poesía japonesa antigua y moderna) que la poesía nacional volvió a recobrar su lugar preponderante. La colección corrió por encargo del mismísimo emperador, quien pretendía hacer una analogía de su reinado con aquellos de la época del Manyoshu. Era el símbolo de una renovada centralización del poder.

El Kokin Wakashu vino a establecer los códigos de dicción poética que se usarían hasta el siglo XIX. Los temas estacionales adquirieron mayor relevancia, llegando a representar lo transitorio y cíclico de la vida. Se prefirió un tono melancólico y el uso de un lenguaje sofisticado, dando poco espacio a las alegrías del amor y expresiones de origen humilde o extranjero. El waka se convirtió en un poema aristocrático que buscaba la perfección del lenguaje. El siguiente waka de Ki No Tsurayuki, principal compilador de la obra y autor de su prefacio, es bastante revelador al respecto:

Los cerezos del monte
que a través de la neblina
apenas pude
entrever a la persona
a la que tanto quiero.2

El poema es un lamento por la lejanía del ser amado. Es el yo a la espera de la consumación de sus deseos. Esta idea se liga con la primavera —estación de siembra— por medio de los cerezos y la neblina, para marcar su carácter inconcluso, de comienzo de un ciclo. Se trata de una melancolía serena, con un yo estoico al que los hechos le pasan por encima. También resalta el kakektoba (palabra pivote), un recurso retórico que, en este caso, permite emplear la frase “apenas pude entrever” en ambas secciones del poema.

Éste es el estilo que dominó el resto de las antologías imperiales. El resultado fue un estrechamiento del vocabulario y el uso estereotipado de las técnicas retóricas. Cualquier efecto novedoso era mal visto. Para la segunda mitad del siglo XIX el waka ya tenía un aspecto rancio, rígido. Por esas fechas, Japón se abría al resto del mundo después de siglos de una política aislacionista, y sí, el emperador volvía a tomar las riendas del gobierno.

Con la modernización del país, vino la del waka. Las primeras reformas estuvieron a cargo de Yosano Tekkan y su círculo, pero fue el legado de Masaoka Shiki el que caló más hondo. El primer paso fue diferenciarse de la vieja escuela, retomando el término tanka en lugar de waka. Shiki proponía aplicar los estándares de la literatura universal y no sólo los de la crítica japonesa, y así expandir el vocabulario, los temas e incluso el tono. Mucho del encanto de sus poemas viene de las imágenes contradictorias plasmadas en armonía. Estas pueden ser pinceladas paisajistas o de interiores, pero cuando las dota de lirismo el tanka adquiere un plano emocional más profundo. Shiki estuvo influido por el realismo literario de Occidente, lo cual no significa que intentara plasmar una visión objetiva de la vida, al contrario, deseaba retratar el mundo subjetivo de seres humanos verdaderos, aun si sus emociones no se ajustaban al modelo tradicional. No sorprende que haya reivindicado el Manyoshu por su estilo enérgico. Para muestra basta un botón:

gozosamente
subía el Monte Fuji
sobre la cima
las piernas me temblaron
entonces desperté.3

Si tomamos en cuenta que Shiki ya no podía caminar a causa de la tuberculosis, el poema adquiere otras dimensiones. Vemos ese juego de contrastes entre la voluntad del autor y el confinamiento a su cama; lo onírico y la realidad: el desplazamiento de vistas exteriores a interiores. La combinación de estos factores imprime el tono agridulce del poema.

Desde aquellos días el tanka adquirió más libertad. Se adaptó a las vanguardias del siglo xx y tuvo buenos exponentes durante la posguerra. En los ochenta salió al mercado Sarada Kinenbi (Aniversario de la ensalada, 1987). Esta colección vino a sacar al tanka de un largo estancamiento. Hasta entonces, era escrito con un lenguaje “literario” que no conectaba con los tiempos modernos. La autora, Tawara Machi, añadió el lenguaje coloquial, causando sensación de inmediato. Aunque haya tenido éxito en adaptar temas contemporáneos a una forma antigua, el yo no se ve enfrentado a sus circunstancias, pone la otra mejilla y se moldea a éstas, o se conforma con la autocomplacencia. En parte, es el espíritu de su tiempo. Japón había alcanzado una gran prosperidad económica, lo que se tradujo en mayores comodidades:

Domingo por la mañana
en sandalias
salimos juntos
a comprar pan y cerveza.4

Su libro es la representación de las pequeñas alegrías, pero alegrías regaladas. Para ser justos, también hay poemas de desavenencias con el mundo. Muestran un carácter pasivo que recuerda la poesía del Kokin Wakashu. El último hito de la poesía tanka tiene un sabor tradicional.

La evolución del tanka nos demuestra su esencia: el contacto entre el yo y el mundo exterior. La interacción de ambos deja al descubierto la vulnerabilidad humana. El tanka capta la resistencia que se opone al devenir del hombre. Ahí donde el mundo ha sido domado, no hay conflicto ni turbación de las emociones, sólo un regodeo vacuo. Esto no implica adoptar un tono melancólico o de frustración constante. Las alegrías se ajustan y se basan en los logros del yo. Claro, hay excepciones, poemas al estilo de una estampa o frase ingeniosa, pero el tanka encuentra su mejor expresión en la subjetividad del ser humano y no como mero arte contemplativo. Las treintaiún sílabas le permiten condensar la emotividad y aumentar la sugestión. Ése es el encanto del tanka.

  1. Traducción: Antonio Cabezas García.

  2. Traducción: Torquil Duthie.

  3. Traducción: Paco Morales; basado en la traducción de Janine Beichman.

  4. Traducción: Kayoko Takagi y Arturo Pérez Martínez.

Frases
Paco Morales

(San Luis Potosí, México, 1990). Estudia psicología en la UNAM. Ha publicado en Revista Síncope, Punto en línea y El alma pública. Escribe tanka.

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