Columna Semanal
14 de agosto del 2018

En 1963 se publica la novela Los albañiles de Vicente Leñero, ganadora del Premio Biblioteca Breve Seix Barral, obra que lo lleva a destacar como uno de los mejores exponentes de la narrativa mexicana contemporánea. En esos años se discute sobre el impacto de la novela experimental nouveau roman en México y la literatura de la Onda. En ese mismo año, Elena Garro publica Recuerdos del Porvenir, novela que traspasa el mundo terrenal y se aventura a explorar el terreno de lo fantástico, y que, junto a Juan Rulfo, encamina a la literatura mexicana a formar parte del realismo mágico.

Vicente Leñero (Guadalajara, 1933- 2014, Ciudad de México) fue un prolífico escritor que se aventuró a crear en distintos géneros literarios. Estudió ingeniería y periodismo, profesiones que marcaron su estilo. Su gusto por la lectura y sus ansias por develar las imágenes de su mundo lo llevaron a contar historias desde diversas perspectivas: la crónica periodística, la novela, el cuento, guiones cine y televisión, teatro, entrevistas.

Leñero, en una de las entrevistas que concedió, señaló su influjo por las obras del norteamericano Truman Capote y de Norman Mailer, (ambos influyeron en la narrativa non fiction, la cual pretende encontrar un cruce entre la literatura y el periodismo, entre lo ficcional y los hechos fidedignos), de su quehacer literario impulsado por Juan José Arreola, Juaquín Díez-Canedo y del olvidado Rubén Salazar Mallen.

Una de sus piezas dramáticas breves, La visita del ángel, (1981), obra en dos actos, mencionada como una de sus favoritas, podría esclarecer las preocupaciones estilísticas del autor. Es una puesta en escena que juega con el tiempo de la ficción y el de la representación. Existen tres personajes que se contraponen, como un espejo que refleja una época de costumbres lejanas, y en el otro lado, un presente que denuncia y describe con cierta ironía a la sociedad mexicana. Las acciones ocurren en un departamento de la ciudad de México. En el primer acto aparecen en escena la pareja de abuelos esperando a su nieta Malú, quién los acompañará a comer. Mientras esperan, el abuelo lee el periódico y su esposa prepara la comida. Es la representación de un suceso cotidiano en un tiempo real, es decir, el escénico y el tiempo del espectador se mezclan: lavar las verduras, pelar las zanahorias y cortarlas, leer el periódico. Los diálogos son cortos, algunas veces sólo monosílabos. Todo ocurre como si fuésemos el vecino chismoso detrás de la cortina.

La visita del ángel es una obra que muestra la magnífica destreza del autor en dar forma a una serie de acciones de la vida real, de la técnica, es decir, de la manipulación del lenguaje que proyecta una ilusión de algo que sucede simultáneamente. No hay imágenes, sólo acciones. Como en el periodismo, su objetivo no es el lenguaje (en su sentido poético) sino en cómo ordenar las partes de la historia. La literatura no podía quedar simplificada a un retrato de la vida cotidiana, un registro anecdótico de la vida humana, entonces…¿cuáles son los límites de lo “real” y la “ficción”? ¿el relato no fiction sería una enfermedad de la literatura o un alivio al periodismo? Me aventuro a decir que sin la construcción de metáforas no hay literatura. El arte de contar historias es transformar toda materia insignificante a una serie de interrogaciones y develaciones, dirigirlas a un plano vertical que sobrepase el tiempo ordinario.

Ana Rosa López

Estudiante del COBAO 01 Pueblo Nuevo

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