Oaxaca
18 de marzo del 2017

Se dice que tiempos pasados siempre fueron mejores; es otra forma de decir que lo que hoy sucede parece decadente. Hace veinte años había muy poca actividad teatral, en esos días se dijo que la década de los 80 había sido intensa, pues incluso se había logrado crear una organización gremial llamada Teatristas de Oaxaca, conformada por los grupos y artistas de la época; pertenecieron a ella tanto grupos independientes como la misma Compañía Estatal de Teatro. A través de este esfuerzo organizativo, se convocó a un par de muestras estatales, se posicionaron en diversos espacios escénicos, públicos y privados, convocando a gran cantidad de público que llenaba las salas. Sin embargo para inicios de los 90, al parecer por diferencias personales y por indiferencias institucionales, ese movimiento gremial había dejado de ser el motor del teatro oaxaqueño, y así la actividad se volvió escasa. En ocasiones pasaban semanas y hasta meses para poder encontrar una obra de teatro en cartelera.

Poco a poco, desde finales del siglo XX, la producción teatral fue en aumento al grado que hoy en día tenemos la posibilidad de ver, al menos, una obra diferente cada semana. Los hacedores se han multiplicado, los grupos se reorganizaron o surgieron nuevos, la oferta es muy variada, los formatos se han diversificado, las fórmulas cambian y cada vez contamos con más actores formados profesionalmente en las distintas escuelas de teatro del país, quienes han venido a enriquecer la escena oaxaqueña. El teatro se reestructura y se adapta al medio. Pero el medio es hostil, parece no haber condiciones para el arte de la representación en vivo, para el arte de ponernos uno frente al otro sin filtros mediáticos que nos impidan apreciar, en su justa dimensión, al semejante. Se presentan más obras y el público es escaso, por tal motivo las temporadas son muy cortas.

Si tomamos en cuenta que una obra de teatro tiene un proceso de montaje de al menos tres meses, pero que en ocasiones el trabajo se prolonga por más de un año, resulta injusto que el número de representaciones sea tan escaso; en ocasiones sólo una vez. Aunque hay obras, muy pocas, que alcanzan las cincuenta representaciones, el promedio es de cinco funciones. Todo el esfuerzo realizado por un grupo de teatro para poder dar tercera llamada, levantar un telón o encender la luz, apenas es recompensado por pocos encuentros con el público. Estamos en la época de lo perecedero, de lo desechable, de lo inmediato: úselo y tírelo porque viene un nuevo modelo. Tal vez por eso el performance con su naturaleza expedita se ha ido instalando en el gusto de los consumidores de arte escénico.

En resumen, hay más montajes, más obras de teatro, creadores mejor preparados, diversidad de propuestas (algunas más vanguardistas que otras), pero pocas representaciones. Una especie de divorcio entre el arte teatral y el público. La realidad es que el público no va al teatro. Según la última Encuesta Nacional del INEGI, dos de cada tres ciudadanos no se han tomado la molestia de ir al teatro en toda su vida, lo cual no quiere decir que nunca hayan visto una obra de teatro, pues alguna vez le han llevado teatro a la escuela, a la comunidad o a la colonia. Es decir, que no desconocen el teatro, sino que no tienen la voluntad de asistir por iniciativa.

Si bien es cierto que la escases de público para el arte no es un fenómeno exclusivo del teatro, es al arte teatral al que más falta le está haciendo el público, y esto podría tener su razón de ser en diversa condiciones: en primer lugar podríamos hablar de los medios de comunicación. Hoy en día, para que algo exista, tiene que pasar por los medios, el cine, la televisión, telefonía o internet. Pero el teatro es por naturaleza vivo y presente, filtrarlo a través de los medios es quitarle su esencia.

Por otro lado el modelo económico basado en el mercado pone al teatro en, al menos un par de desventajas: en primer lugar, esta disciplina no genera productos enajenables mediante los cuales se pueda ostentar la propiedad de una obra de teatro, es decir, no podemos comprar una obra de teatro y poseerla para llevarla a casa y así acumular capital; en segunda instancia, el mercado se rige por la ley de la oferta y la demanda, se vende lo que el público-consumidor quiere, y en ese sentido el ejercicio creativo estaría supeditado a la demanda de un producto que ya no respondería a los intereses expresivos y creativos de los hacedores del teatro sino a lo que el mercado demanda, lo cual sería una limitante para el creador. Desde la lógica del capital, el teatro está fuera de lo que se puede considerar una empresa.

En cuanto a los programas institucionales y las políticas públicas en materia de cultura, se habla de las industrias culturales, las cuales tienen como propósito generar dividendos a partir de un público consumidor de cultura, por tal motivo se vincula a programas de los sectores educativos y turísticos de las instancias gubernamentales. En el caso de la educación se pretende que a través de las manifestaciones artísticas se fortalezcan las tradiciones y se reivindique la identidad de lo que llamamos cultura oaxaqueña. En cuanto al sector turístico se busca generar productos que puedan ser consumidos como atracciones culturales. Bajo estos intereses se promueven más actividades en beneficio del folclore, la artesanía y el patrimonio edificado. Tal vez eso explique que en los planes de gobierno cuando se habla de teatro la referencia es exclusivamente al recinto arquitectónico, recintos que, dicho sea de paso, no cuentan con presupuesto para programar actividades escénicas.

Por lo anterior podríamos decir que el teatro opera en sentido contrario a las condiciones de la actualidad: no puede existir a través de los medios masivos de comunicación -imperio de la existencia-, pues su naturaleza es en presente, en vivo y depende del contacto uno a uno; no encaja en la lógica del mercado, toda vez que no genera productos enajenables que se puedan poseer, además, al sucumbir a la lógica de la oferta y la demanda estaría finiquitando su libertad creativa; está fuera de los programas institucionales porque no responde a las necesidades gubernamentales de fortalecer la identidad cultural y la necesidad de las políticas empresariales en el terreno de la cultura.

No se trata de hacer de este texto un lamentación sino de exponer un argumento que muestre que el teatro en Oaxaca, hoy en día, más que elitista es marginal, en el mejor sentido de la palabra; está al margen del sistema y eso lo coloca en un lugar privilegiado. Esto ha llevado a los hacedores de teatro a buscar maneras de insertarse al sistema, lo cual, desde mi punto de vista es un error; considero que es mejor buscar la afectación de sistema desde la marginalidad, a través de intervenciones punzantes, provocadoras y propositivas. Aristóteles mencionó en La Poética que una de las funciones del teatro es la de divertir, Brecht, por su parte lo retomó en el Pequeño Organón para el Teatro y aseguró que la diversión es la función más importante. Entendida la diversión como la forma diversificadora de aprender la realidad, de mirarla desde diferentes aristas, de reconocerla, de ver una versión diferente de aquello que nos rodea. Es por eso que el teatro no se puede conformar con fortalecer modelos culturales, de complacer los intereses de un determinado foco de consumo o reproducir productos mercantiles.

Reconocer esto no va a hacer que el público vaya al teatro, pero al menos nos permite saber que hacer teatro es un acto marginal, al menos en los tiempos que nos toca vivir, pero con un gran potencial transformador. No se trata de mover al teatro a los intereses del público, sino que el público se asome a la proposición que desde lo marginal el teatro está haciendo. Porque no se trata de reproducir y fortalecer modelos, esquemas o fórmulas, sino de buscar el efecto de la diversión, de la diversificación de la realidad. Tenemos que buscar estrategias de afectación del sistema desde la marginalidad. Por eso, el teatro, está fuera del sistema, marginado, pero tiene la facultad de incidir en él, ahora es necesario que los hacedores de teatro estemos a la altura de lo que este reto implica. Efectivamente, hay poco público para el teatro, pero esa es una condición aprovechable, porque sin los reflectores puestos, se puede incidir en el sistema con libertad, se puede cuestionar desde la marginación y se puede divertir al público para diversificar la realidad.

Frases
Pedro Lemus

(México, D. F. 1970). Actor, director y dramaturgo. Fundador del Grupo de Teatro Crisol. Actualmente es director del CEDART Miguel Cabrera y de la Compañía de Teatro Universitario de la UABJO.

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