Corrubedo, la coruña, 2 de enero
Escribir un diario es un modo de ser a la vez viento y grano de arena. Una voz que modula el paisaje con el tiempo, pero también cada detalle de ese mundo en construcción. Creo que, aparte de algunas libretas adolescentes bien pronto abandonadas y varios apuntes de mis primeros viajes, si nunca hasta hoy me propuse de veras llevar un diario fue por no haber reconocido aún esa dualidad, ni haber logrado un punto de equilibrio entre el deseo de contar y la necesidad de leer el rastro de mí mismo en lo escrito.
Corrubedo, la coruña, 16 de enero
Traducir literatura es enfocar las zonas de sombra entre dos idiomas para transmitir la luz del texto original, es decir, la mirada primordial de su autor. Con esa intención sí resulta lícito mover un poco la linterna, cegar algún saliente y buscar un reflejo o una silueta que revele un sentido que podría difuminarse en un volcado demasiado literal. El mejor traductor sería pues el que, de los rescoldos de una hoguera, resucitara la leña para avivar aquel mismo fuego. Un intruso que, sin pudor pero con respeto, se adentrara en un lenguaje ajeno hasta convertirlo en propio.
Lecturas y relecturas del nómada en Galicia: Habla, memoria, de Vladímir Nabókov; Un pintor de nuestro tiempo, de John Berger; La analfabeta, de Agota Kristof; y poemas de Álvaro Cunqueiro.
Oviedo, 30 de enero
La posibilidad y la maravilla de la amistad entre escritores o artistas cuando por fin logramos domesticar nuestros descomunales egos y nos damos cuenta de que el fragor de la vida, de las cosas y de los hombres no sólo puede evocarse en una obra, sino sobre todo vivirse a fondo y día a día cuando admiras sin reservas al otro, cuando dejamos de ser pavos reales de plumas extendidas y nos convertimos en compañeros de viaje.
Relectura del nómada en Asturias: Helena o el mar del verano, de Julián Ayesta.
Barcelona, 6 de febrero
Y ahora, de golpe, la muchedumbre, las prisas, el gentío engullido y vomitado por las bocas del metro, la procesión de extraños en los vagones, el otro silencio, no el bendito silencio de la naturaleza, sino ese silencio lúgubre que se instala como un lodo viscoso entre los desconocidos que se amontonan entre los asientos, los pasillos y las escaleras mecánicas. He vivido nueve de cada diez años de mi vida en una gran ciudad para darme cuenta, precisamente ahora y sin previo aviso, de que me he convertido en una especie de aldeano desubicado, incómodo entre el ruido y el asfalto, un extraño en sus propias calles.
Lecturas y relecturas del nómada en Barcelona: Tierno bárbaro, de Bohumil Hrabal; Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé; Mortal y rosa, de Francisco Umbral; El llano en llamas, de Juan Rulfo; y cuentos de Pere Calders.
Budapest, 20 de marzo
Para escribir una buena novela —y cualquier cosa digna en narrativa— hace falta saber robar: voces, rostros, frases, gestos, miradas, lugares, ideas… Robar con sutileza pero sin culpa. Lo contrario a lo que haría cualquier fraile decente. Por eso, antes de pretender ingresar en el monacato literario conviene haber sido soldado, vagabundo, buscavidas y también ladrón, sobre todo un buen ladrón, avezado en poner el ojo y deslizar los dedos. Pero para escribir una gran novela hace falta además saber entregarse hasta quedar vacío, y en ese ministerio sí cabe tener la fe y la capacidad de sacrificio de un monje.
Lecturas y relecturas del nómada en Hungría, Austria y la República Checa: El distrito de Sinistra, de Ádám Bodor; Melancolía de la resistencia, de László Krasznahorkai; La calma, de Attila Bartis; La puerta, de Magda Szabó; Los desposeídos, de Szilárd Borbély; Hotel Savoy, de Joseph Roth; y Trenes rigurosamente vigilados, de Bohumil Hrabal.
Ávila, 15 de mayo
Es verdad que el trabajo es más importante que la inspiración, pero también lo es que sin estar conectado de forma íntima con lo que estás haciendo, todo lo que sale nace como apagado, carente de vida y sin verdad. Y eso, de un modo u otro, acaba impregnando el texto y estropeando la lectura, tanto en la ficción como en la literatura de viajes, en mi caso.
Ávila, 22 de mayo
Duermo en una pequeña y acogedora casa de piedra al otro lado del jardín, y digo que duermo con todas las letras, pues entre los muros de piedra, que tanta memoria y tanta vida —a veces, literal: arañas, hormigas, escolopendras, trajín de roedores y tareas de pájaro— encierran, mis sesiones oníricas son tan profundas y prolijas que, como no hacía en semanas anteriores, vuelvo a tomar nota de algunos sueños.
[...] Mirar de dentro a fuera, de tu refugio al mundo o de tu mundo al de los demás. Asomarse por un hueco a un mundo o a una persona. Todo tiene casi siempre demasiados marcos, obstáculos y puntos ciegos. Pero mirar, cómo y dónde mirar, depende sólo de uno mismo. Y en este lugar vuelvo a mirar con ojos nuevos lo que me rodea, como le sugería Marcel Proust al buen viajero.
Lectura del nómada en Castilla y León: Fuga lenta, de Juan Martínez de las Rivas.
Madrid, 5 de junio
Algún día, cuando todos los lacayos y cortesanos que, como decía el gran Medardo Fraile, andan siempre con la cuchara sobre la olla de lentejas dejen ya de condenar a quienes dicen la verdad —y no, no me refiero a un ideal metafórico y presuntuoso, sino a simples hechos, cifras y nombres—, podríamos sentarnos a hablar largo y tendido de las muchas vergüenzas de la prensa cultural española, en la que una minoría de personas honestas, trabajadoras y con criterio naufragan entre demasiados patanes y caraduras.
Madrid, 12 de junio
Cada forma de expresión literaria tiene su contexto y no todo está destinado a perdurar, pero llama la atención que las grandes obras lo hagan, por lo que tal vez sólo la criba del tiempo, más sabia y paciente que los críticos, logre separar el grano de la paja.
Madrid, 19 de junio
En el fondo, sospecho que escribo ficción, literatura de viajes, este cuaderno y cualquier otra cosa por el mismo motivo por el que viajo: para conocer un poco más del mundo, de los demás y de mí mismo, por supuesto, pero también por el inevitable y, a veces, agrio deseo de ser otro.
Lecturas y relecturas del nómada en Madrid: Obra bilingüe completa, de Arthur Rimbaud; En los oscuros lugares del saber, de Peter Kingsley; Crónica japonesa, de Nicolas Bouvier; y El Danubio, de Claudio Magris.