Alemania
03 de abril del 2017

Berlín es una ciudad sigilosa, sobre todo si la comparamos con los altos índices de contaminación auditiva que imperan a lo largo del territorio mexicano. Sin embargo, es una metrópoli devota a la música y al sonido, de ahí quizá el respeto por el grado de decibeles y el oído de los demás ciudadanos.

Los carteles pegados en casi todas las calles nos dan la primera señal: conciertos de cámara en la Catedral y en foros especializados de música clásica y la llamada neu musik; al lado de éstos, sin tapujo alguno, la programación de varios clubes repleta de techno, break-beats y dubstep, géneros que atrapan a los seres nocturnos de la ciudad y de distintos puntos de Europa que llegan semana con semana a disfrutar de la escena clubber; pósters de festivales veraniegos en parques, en los que los grupos de música popular y alternativa que más suenan en la temporada, se presentan ante miles de jóvenes sedientos de sol; sesiones de jazz, funk o death metal. Así, nos damos cuenta no sólo de la enorme oferta de presentaciones musicales en la urbe, sino que además ésta jamás se detiene. Con frío, lluvia o nieve, Berlín suena, sigilosa pero sustancialmente, durante todo el año.

LA “NUEVA MÚSICA”

Fin de junio de 2012, un impresionante programa se ejecuta en Villa Elisabeth, antigua iglesia ahora sede de eventos de música contemporánea. Se trata de un concierto-homenaje en vida a Ingrid Beirer, quien durante más de treinta años dirigió el departamento de música del Artists-in-Berlin Program de la DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico), un proyecto de residencias artísticas para aproximadamente quince creadores por año en diferentes disciplinas, en el que se les invita a vivir y producir en Berlín con todas las facilidades para hacerlo; por este programa han pasado luminarias de la composición y el sonido como John Cage, Morton Feldman, Brian Ferneyhough, Krzys- tof Penderecki o Christian Marclay, por citar sólo algunos. Carsten Seiffarth, director de la galería de arte sonoro Singuhr, ha elegido un programa sorpresa para Beirer, el cual incluye desde piezas clave de la historia de la música electroacústica —reproducidas en ocho canales—, hasta solos de instrumento en clave extendida de Tomomi Adachi o Mario Verandi, u obras poéticovocales de gente como David Moss, y la participación del Kammerensemble Neue Musik Berlin, completamente abocado a la ejecución de música contemporánea con un gran nivel. En el recinto se une la escena de la música experimental (académica o no), que por supuesto no incluye sólo a alemanes, sino también a extranjeros que de alguna manera estamos en la ciudad, porque Berlín es una metrópoli que, en cuanto a actividades culturales, integra inmediatamente a su comunidad.

EL SONIDO INSTALADO

En el corazón de una de las zonas berlinesas que más se han transformado a partir del fenómeno de gentrificación —desplazamiento de una comunidad de un área por el incremento en los costos de vida—, Prenzlauer Berg, se encuentra la galería de arte sonoro SinguhrHoer-galerie, básicamente en una histórica reserva de agua, lo que le otorga características arquitectónicas y acústicas que decenas de artistas han explorado con el fin de realizar esculturas, instalaciones e intervenciones específicas para el sitio.

En agosto de 2012 toca su turno a un viejo personaje de la escena de Berlín, Robert Henke, mejor conocido por su proyecto de música electrónica Monolake y por ser parte del equipo creador de uno de los softwares para composición musical y edición de audio más potentes en el mundo: Ableton Live. Al entrar al cavernoso espacio inmediatamente me absorbe una luz tenue roja, las frecuencias graves comienzan a vibrar en el inmueble, al caminar puedo darme cuenta de las cualidades laberínticas de Hoergalerie; mis pasos parecen no tener rumbo fijo y el continuo de las frecuencias tampoco me lleva a una percepción distinta, por lo que al dar un par de vueltas por la galería el sentido del tiempo y el espacio han desaparecido por completo. El artista sonoro ha cumplido su cometido.

TECHNO POR TODOS LADOS

Recuerdo mi primera estancia en Berlín hace nueve años. A medio día escuchaba un techno casi ambiental en una cafetería; un techno igualmente atmosférico en una playa artificial por la tarde; en la noche, al tomar una cerveza templada al lado de un puesto callejero de kebaps, comenzaba a sonar un techno más potente, con menos texturas y bajos más marcados. Así la ruta hasta llegar a Tresor o al extinto Club María, en donde el techno más rápido, musculoso y convulso hacía presa a centenares de jóvenes, y otros no tanto, quienes sacudían su cuerpo hasta entrada la mañana del siguiente día.

El techno en Berlín no es sólo un género de la música electrónica de baile, es un valuarte cultural y turístico, una propuesta que unió en los clubes a una generación que vio caer el muro y que no sabían cómo relacionarse después de tantos años bajo un régimen distinto: el techno fue la clave para muchos, y ahora se ha convertido casi en patrimonio, al grado de que tras las constantes crisis económicas que aquejan a Berlín —una ciudad sin industria y enfocada de manera importante en la cultura— el gobierno decidió apoyar económicamente a este tipo de espacios para que continuaran siendo una fuente de atracción turística. Esto se puede ver desde la llegada de vuelos de distintas ciudades de Europa cada fin de semana. Los jóvenes viajan ligeros para abarrotar clubes como Berghain, Panorama, Gretchen, Suicide Circus y otros más que presentan, posiblemente, la cartelera más variopinta e innovadora de la música electrónica bailable a nivel global.

ENTRE LA MÚSICA Y EL ARTE DIGITAL

Cada inicio de año se lleva a cabo en Berlín el Festival Transmediale, una magna exposición diseminada por varios lugares, teniendo como sede principal la Casa de las Culturas del Mundo, un recinto ubicado en Tiergarten que privilegia la creación de artistas de Asia, África y América Latina. Transmediale, paradójicamente, presenta en mayor porcentaje obras de artistas digitales europeos, quizá por el auge de este ámbito debido a la cercanía con la investigación en la tecnología y el presupuesto para acceder a ella. Desde ambientes sensoriales, instalaciones interactivas y proyectos robóticos hasta intervenciones sonoras y video-instalaciones, sin dejar atrás la música experimental y, una vez más, el techno. Transmediale, junto con el Festival Ars Electronica de Austria, son los eventos idóneos para examinar un ambiguo territorio de creación artística que, por igual, nos marca la pauta en torno a la relación del arte y la ciencia, como nos muestra una dura competencia por la innovación tecnológica sin ningún planteamiento artístico.

LOS OBJETOS E INSTRUMENTOS ULTRAJADOS

Con o sin tecnología de punta, Berlín goza de una de las más vastas escenas de música improvisada en el mundo. Cada día se pueden encontrar un promedio de dos a diez eventos, a veces hasta más. A esto se le puede dar seguimiento desde el sitio en Internet de Echtzeitmusik (música en tiempo real), una organización para la difusión de la experimentación musical. Así encontramos sesiones de improvisación tanto de solistas como de dúos, grupos o ensambles en distintos cafés, bares y foros a lo largo de la ciudad, como Sowieso, Quiet Cue, Altes Finanzamt, WestGermany, Salon Bruit, y lugares ya emblemáticos como Ausland y NK. Hay también sitios que durante la semana tienen una programación musical diversa pero que dedican uno o dos días a la improvisación y la experimentación, Madame Claude y O Tannenbaum son buenos ejemplos.

Es en esta escena en la que se puede sentir la vitalidad de músicos que cotidianamente buscan nuevas formas para la expresión sonora, utilizando cualquier objeto y ultrajando sus instrumentos, recurriendo a la tecnología y también marcando distancia ante ella. Básicamente, todas las estrategias confluyen y, como en toda experimentación, el proceso es fundamental y a veces más interesante que el resultado.

En Berlín casi todo es efímero. Es ahí donde la gente va y viene. Un verano, unos meses hasta la llegada del gélido invierno, un año para realizar proyectos, o a lo sumo dos. Hasta los holgazanes, que los hay por montones, terminan por abandonar la ciudad. No es nada nuevo ni nada de qué preocuparse, Berlín siempre ha sido así. La ciudad nunca es la misma, lo atestiguan las incontables grúas distribuidas en las obras de mejoramiento o restauración de la ciudad. Jamás terminan.

Frases
Israel Martínez

(Guadalajara, 1979). Es artista multidisciplinario y compositor electrónico. Desde hace más de diez años ha presentado su obra en países de América y Europa. Recientemente fue invitado del programa de residencias Artists-in-Berlin de la DAAD en Alemania.

Fotografía de Israel Martínez

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