¿No es irónico que en un tiempo de escasez de lectores y en un estado de poquísima inversión pública en el ámbito cultural, en las letras y el pensamiento, escritores(as) y artistas publicaran este año una diversidad de obras literarias, entre las que se encuentran algunas de las más notables de la nueva literatura mexicana? Éstos tuvieron el impulso de maestros-escritores durante varios años en su proceso creativo. La persistencia de los maestros, al dar constantemente su conocimiento a las nuevas generaciones, es la que ha hecho posible el “boom” de la literatura oaxaqueña actual. En este momento los reflectores alumbran a los más jóvenes, que están siendo reconocidos nacionalmente, especialmente a las mujeres.
Mi inquietud por ver el origen que propició este auge de la literatura oaxaqueña (aunque hay que reconocer que no podemos homogenizar los logros literarios) me impulsó a buscarlo, porque ¿cómo podemos crecer sin ver los pasos que nos forjaron? Está dando frutos el trabajo de los maestros que abonaron el terreno donde se sembraron estas semillas. Sin la visión social del maestro Francisco Toledo los jóvenes no habríamos tenido acceso a los libros más universales, pues sin la biblioteca del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca “los tendríamos que haber robado”, como nos comentó el escritor Guillermo Fadanelli. El editor y escritor Jacobo Siruela en su visita a Oaxaca, sorprendido le preguntó al maestro Leonardo da Jandra “¿cómo es posible que aquí existan jóvenes que han leído tanto y tan bien…?”.
Empecemos: fue pionero en esta labor Julio Ramírez con su taller Cantera verde, que lleva casi treinta años de manera intermitente, con su Encuentro Internacional Hacedores de Palabras y su revista del mismo nombre. Fue de los primeros tallerista en una Oaxaca donde no existía la Licencitura en Humanidades del IIHUABJO, fundada en 2011.
El filósofo y escritor Leonardo da Jandra, al llegar a Oaxaca –después de haber fundado el Parque Nacional Huatulco y de ser expulsado injustamente de su utopía de treinta años– junto con su esposa la pintora Raga unió esfuerzos con el maestro Toledo para incentivar la lectura crítica: Toledo puso los libros, Da Jandra cómo leerlos. Así se creó la revista Comején desde el IAGO. Con un impulso creativo y aguijoneante Da Jandra imparte desde entonces talleres literarios. Luego internacionalizó la Feria del Libro de Oaxaca, y junto con Guillermo Quijas y Ave Barrera hicieron realidad una editorial que hoy en día es de fama nacional: Almadía. Fomentó los talleres con escritores en el CASA (asistieron Guillermo Fadanelli, Martín Solares, Heriberto Yépez, etc.), incentivó la publicación de escritores oaxaqueños con las antologías: Cartografía de la literatura oaxaqueña actual I y II, y ha impartido charlas de lectura en escuelas públicas de Oaxaca y el Taller literario gratuito Avispero desde el 2009 (desde hace un año Foro Avispero).
La labor cultural de Almadía y La Proveedora Escolar (fundada por el profesor Ventura) de Guillermo Quijas –ahora en colaboración con su compañera Vania Resendiz–, el alcance internacional de las ferias anuales del libro en Oaxaca en distintas alcaldías y las actividades fomentadas por la promotora cultural Isabel Grañén Porrúa deben reconocerse porque han contribuído a este boom literario.
También está la pedagógica irreverencia de Fernando Lobo que coordinó el Taller de Narrativa de la Biblioteca Henestrosa (2006-2014), que fue una etapa iniciática para varios de los escritores jóvenes que han persistido en la escritura, y que fueron reconocidos en su momento como sus alumnos al ser publicados en las antologías Hebefrenia y Después del derrumbe, organizadas por él. Aún siguen vigentes sus talleres intermitentes en distintos espacios. Desde hace algunos años, Kurt Harbarth coordina el Colectivo Cuenteros, espacio en el que se trabajan los textos y se publican. Actualmente creó Matanga Taller-Editorial.
Como nuevas generaciones debemos tener agradecimiento y lealtad; de lo contrario, corremos el riesgo de andar sin raíces, y como los globos, desinflarnos en un horizonte crepuscular. Este boom debe reconocer a sus maestros y precursores.
Todo esto, en conjunto con el innegable talento que existe, creó un terreno propicio para que floreciera el boom actual de la literatura oaxaqueña.
Los libros y la creación hacen florecer el espíritu de una época. Paco Ignacio Taibo II ha repartido muchos libros; dicen que creó más de 600 clubes de lectura en Oaxaca. La pregunta ahora es: ¿Quién enseñará a leer estos libros y quién abonará el terreno para que florezcan nuevos frutos?