Columna Semanal
15 de diciembre del 2017

En el numero más reciente de la revista Avispero, debido a las ilustraciones de Daniel Lezama, un algoritmo de Facebook nos tachó como material potencialmente peligroso. Nuestros artículos llegaban a la increíble cantidad de cero personas. En Instagram de plano nunca pudimos subir nada y en ISSU literalmente somos pornografía. O sea que si algún buen hombre quiere bajar una revista pornográfica podría equivocarse y conseguir Avispero, leer un ensayo sobre Cioran y, en vez de masturbarse, tal vez termine suicidándose.

¿Cómo le hacen los artistas o personas que comparten fotos semidesnudas? Parece que por la cantidad de likes se convierten en contenido orgánico y por la gran aceptación no los eliminan, no les conviene suprimirlo. Entonces los avisperos no podemos mostrar ensayos con una obra de desnudo, pero Maribel Guardia o Niurka, por ejemplo, sí pueden subir fotos vestidas como aventureras.

El debate entre el desnudo en el arte y lo pornográfico es antiguo, amplio y complicado. Suelen decir que lo erótico es para los intelectuales y cultos, es arte sofisticado y hasta semiburgues. El erotismo y el desnudo tienen un enfoque estético y ético que lo vuelven arte. Lo pornográfico se lo atribuyen a los incultos, pobres, vulgares, fetichistas, voyeristas y hasta “enfermos”. Los argumentos más comunes denuncian que la pornografía es una industria, trabajo, explotación y la mujer es tratada como objeto. Se trata de comercialización y repetición. Hacer del sexo dinero. Agregan otra característica: suele estar mal escrito o filmado y es de pésima calidad.

Pero esas descripciones no pueden hacer la regla. No hay ninguna demarcación "bien hecha". Aunque pareciera algo fácil, entre más se acerca o se analiza se complica la situación. Es como saber exactamente en dónde el azul se convierte en verde. No hay límites bien marcados, sino colores que se matizan. Hay, por ejemplo, películas de arte con escenas pornográficas y obras de arte que bien podrían encasillarse en lo pornográfico.

El hecho de que cada vez sea más difícil separarlos, es lo más interesante. Y ya que la censura recae sobre el contenido, no sobre la forma, parece que la industria del porno copia o asimila cada vez más el tratamiento estético para evadir cierta “represión” de la sociedad.

Aunque también tiene que ver con el aparato ideológico del Estado. Con el paso del tiempo, las normas sociales han ido modificando la percepción de arte y pornografía. Por pintar “La maja desnuda”, Goya fue denunciado ya que en el cuadro el vello púbico era visible y en esa época era considerado obsceno. Eso le costó ser cuestionado por la inquisición y posteriormente fue despojado de su título de pintor de la corte.

Es obvio que lo que antes fue pornografía ahora no lo es. Y dependiendo de la conjetura a la que se llegue, o con la idea que cada uno se conforme, siempre habrá dificultades para saber dónde situar al Marques de Sade, a Bataille, o libros como Historia de O. Y creo que al final es cuestión de ideología.

El debate llevado al psicoanálisis amplía más respuestas, pero ninguna definitoria. A la discusión sólo agregaría estos argumentos personales: la pornografía parece condenada, es reprimida. El erotismo y el arte buscan la liberación. Pretenden desahogar la pulsión sexual, pero sublimando la libido. La pornografía en cambio busca cumplir el deseo o parece ser hecha para eso. Y después se muestra superficial o vacía. Según Lacan, un deseo cumplido se vuelve un deseo insatisfecho. Por eso la pornografía no complace sino momentáneamente. Un cuadro de Goya podremos contemplarlo toda la vida.

Bueno, si para los teóricos es difícil, para Facebook debe ser doblemente complicado, tendría que implementar diversos algoritmos. Mientras, los avisperos no podremos mostrar obras de arte en nuestros textos y seguiremos condenados no sólo a llevar una x en la frente, de peligro, sino a tener tres, de pornográficos.

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