México
11 de noviembre del 2016

Una obra se gesta por azares del destino y por la capacidad que cada creador tiene de conjurar sus recursos narrativos y discursivos. Gran lector de novelas rusas, de novelas de género negro y de aquellas cuya trama involucran la mise en abyme, Sergio Pitol en pleno viaje a un balneario con el fin de descansar y rehabilitar a su mullido cuerpo, queda fascinado por la lectura y relectura de la obra de Bajtín La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento. Relee bajo esta visión del crítico ruso no la obra de Rabelais, sino la de Gógol, ve en la forma zoomórfica de describir a sus personajes, los trajes carnavalescos del festín bajtiano. Las almas muertas le inspiran el primer personaje de su nueva novela: el historiador Miguel del Solar, especie de detective dantesco que nos llevará por los círculos polifónicos de lo que en su mente se está gestando.

Posteriormente vendrán las historias que sus amigos le contarán en cenas o convivios como la del castrato mexicano, las fotocopias de un supuesto informe sobre las actividades de alemanes profascistas en México pertenecientes al exsecretario de gobernación en los años cuarenta del siglo pasado, quien fuera el padre de su amiga, la escritora, Silvia Molina. Todo esto lo fue enlazando mediante la técnica del teatro de comedia y de enredos que encuentra en La huerta de Juan Fernández de Tirso de Molina y en la novela Our mutual friend de Dickens a sus mejores modelos, los cuales cita a manera de recurso intertextual en la voz de dos de sus personajes femeninos. Todo esto para darnos a entender que ningún rostro es confiable, que sus personajes mutan de máscaras y cambian de postura o punto de vista de acuerdo a sus conveniencias, poniendo en tela de juicio lo contado por los otros personajes e incluso lo que ellos mismos ya han relatado.

Como homenaje, Pitol toma el nombre del primer largometraje de Ernst Lubitsch —A love parade— a manera de sarcasmo ante este desfile de egos y verdades a medias que sólo a través de Miguel del Solar y su propósito de escribir un anuario histórico sobre los hechos acaecidos en 1942 y el papel político que jugó México en la Segunda Guerra Mundial, podemos acceder. Lo cierto es que la película To be or not to be, de este mismo director había despertado en el autor la idea de la farsa con el fin de sobrevivir a las atrocidades del ejército alemán. Al acudir a una exposición de fotos en Praga sobre un corresponsal de ese país en México, se encuentra de cara con los personajes de la farándula y del medio cultural mexicano e internacional que con motivo de la guerra europea se dieron cita en la capital del país, específicamente en el edificio que el escritor acababa de deshabitar y que en su ficción nombrará como el Minerva.

Con el fin de investigar el crimen del joven austriaco Pistauer nos adentramos en los laberintos del edificio colmena, de la Babel mexicana donde aparece la contraposición discursiva de aquello que el crítico ruso denominó dialogismo, ya que no sólo personajes de diferentes nacionalidades o quehaceres se dan cita, sino también diferentes discursos como el policiaco, el de la nota roja, el académico sobre el cuerpo y el pícaro en la literatura del Siglo de Oro español. Polifonía narrativa a la manera de Tolstói, donde nos enteramos de muchos detalles sobre los personajes, pero todos estos serán superficiales, ya que como lectores sentimos la confusión de no estar pisando tierra firme.

Las palizas las recibirán los personajes que suelen representar un elemento allende su estatuto sociocultural o económico: Pedro Balmorán en su papel de pseudointelectual, Ida Werfel como representante del discurso académico con tufo libresco, los hermanos Briones a manera de restos de la caduca burguesía porfiriana y su visión conservadora, y Delfina Uribe como la representante elitista de la nueva clase poderosa emanada de la Revolución. El carnaval altera el orden social, lo banaliza y ridiculiza, para finalmente volver a afianzarlo restituyéndole los roles establecidos.

Con El desfile del amor (1984) nos adentramos en un laberinto diegético, artificio literario donde el escritor nos hace ir rodeando un centro-enigma que jamás nos será desvelado. Pitol acierta al novelar la teoría narrativa intertextual y metaficcional. Toda la obra gira en perfecto funcionamiento gracias al lenguaje, la mirada afilada y ácida del humor pitolesco. Neblina literaria que se desvanece ante nuestro confuso regocijo.

Jaime Ángeles Aquino
  • Escritores invitados

Oaxaca, 1978. Comenzó como crítico de arte y desembocó en narrador y empresario ecológico. Su publicación más reciente es Daguerrotipos (Parajes, 2016).


Fotografía de Jaime Ángeles Aquino

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