Oaxaca
23 de marzo del 2017

La crítica -en uno de sus sentidos profundos- es una forma de civilidad. La crítica, y más aún, la recepción de la crítica forman parte de la edad de la razón. Queremos hacer significar que no puede decirse civilizada una sociedad que no tenga pensamientos críticos y mucho menos si no sabe escuchar estos pensamientos. Nadie puede hacerse digno del título de razonable si antes no acepta a la crítica como patrimonio intelectual, queriendo pensar en que el patrimonio intelectual es algo perfectamente deseable y aceptado como parte de la ciudad, de la idea de ciudad. (Por otro lado también es torpe pensar que uno puede definir qué cosa es una ciudad como ésta si antes no es capaz de pensar cada cosa que interviene en ella y ello es, realmente, algo imposible). Así como los rituales y tradiciones de un pueblo forman parte de él, así también forma parte suyo aquel que ningún interés tiene hacia el pueblo en el que nació -se ha sugerido incluso que los pensamientos y emociones no pueden ser abolidos de la historia, forman parte de ella tanto como los caminos o los mercados. Por otro lado, nuestros artistas -la generación de los ochentas mayormente, aunque hay excepciones- han aceptado este reto, en tanto que, resultado de una sensibilidad educada -paso inicial para trabajar con el lenguaje gráfico- han comenzado a plantear cuestiones dentro de su obra: las cuestiones, por así decir, atañen a todo aquel que use la cabeza para resolver sus problemáticas personales y por tanto, han comenzado a volverse trabajadores intelectuales. Así pues, la nueva generación de artistas gráficos no sólo no abusa ya de una formulación que deja buenos dividendos, sino que se ha alejado del etnocentrismo como fórmula del éxito. Su originalidad radica en que, habiendo hecho tabula rasa en cuanto a lo ya aprendido por sus antecesores han pensado en que, el arte, en realidad, es una forma de vida que piensa a la existencia, tal como nos han enseñado con justa razón los trabajadores intelectuales y los decantes y excéntricos coleccionistas de los últimos siglos en Oaxaca. Sus temas ya no son universales por el tema sino por la forma en que plantean las cuestiones y las responden. Quisiera referirme en este texto a tres artistas menores de treinta años, en primer término porque mucho ya se ha dicho de las generaciones superiores y porque debe suponerse, aunque no es necesario que sea así, que alguien de la misma región enjuicie los actos de sus compatriotas.

Quisiera en este texto proponer a tres autores que se hacen cada vez más evidentes en el así llamado arte oaxaqueño y la razón es sencilla: me parece que últimamente hay que hacer un poco de caso a los que piensan en las cuestiones humanas, en vez de aquellos que están ocupados en pintar y representar un mundo tradicional: hace mucho ya que se ha extinguido esa categoría del arte, de la misma forma en que el arte social o urbano ha cumplido con su función hace algunos años, y lo que se pide hoy día, es algo diferente.

Este mínimo esfuerzo no significa que no haya ningún otro artista que entre en la categoría que he señalado, ni tampoco que pueda decirse que sean ellos los mejores artistas, pensar así no sólo sería dogmático sino corto de miras. Cada crítico tiene que elegir a aquellos en quienes cree confiar sus ideas. Piensa que sus ideas descansan sobre la belleza o la gracia de un cuadro, y que, finalmente, lo dicho por ellos mismos no es inútil sino que forma una suerte de cofradía. Por otro lado, términos como belleza o gracia están muy desgastados, y usarlos desmedidamente para referirse a un artista es una sentencia de muerte. Por otro lado, también los textos de muro o de los catálogos pronto desaparecerán precisamente porque quienes escriben elogiosamente tienden a describir lo que ven y no se preocupan por encontrar relaciones de sentido con otras categorías.

Quiere este texto rendir homenaje a una generación pujante, aunque, haya que decirlo, también equivocada en cuanto a creer que su percepción es suficiente para configurar un panorama completo. En un momento de plena conciencia y sobreinformación, el romanticismo se repliega, sólo el rigor de la costumbre puede afianzar esa confianza depositada en la juventud: sólo el trabajo hace a los maestros. Sólo el trabajo constante puede dar a estos artistas un lugar. Así pues, no hay que dejar de mencionar también que existe una cantidad interesante de personas que hacen que el arte pulse como nunca. De esta generación no sólo hay que incluir a los galeristas y compradores de arte, a los coleccionistas sino también al público que admira una obra. Sin público a quien convencer, conmover y hacer digno de su admiración, la labor del artista de autodestruye, pues sólo se acomoda como una mercancía que, aunque cara, no es indispensable en ningún sentido. Como lo intuyen algunos, la crítica de la obra la completa, pero su huella es casi irrelevante sobre el público común y corriente que está más dispuesta a la contemplación, así pues las palabras de cualquier reseñista se convierten en una gran nada.

BLANCA GONZÁLEZ

El trabajo de Blanca sugiere lo natural en primer término. Pero como artista ha comprendido que la naturaleza como tal no existe realmente, o cuando menos que una experiencia de sentido dentro de la naturaleza requiere acercarse al silencio y al olvido de la racionalidad. Desde que en el hombre surgió la pregunta por la natura-leza esta se convirtió en la pregunta por aquello que el hombre no es, y por otro lado, transformó por completo el mundo. Lo que esta obra crítica es precisamente la razón instrumental que desorienta en vez de proponer relaciones estéticas. (También puede pensarse que la pintura o el arte de la naturaleza, como el retrato, como la representación pura de las cosas, como el hiperrealismo, hace tiempo que ha cumplido con su función y quien no inventa su versión de los hechos, no puede ser de ninguna manera un pintor). La transformación de la naturaleza en obra de arte dentro del trabajo realizado por Blanca me parece la conciencia de un hecho sencillo: que el arte como la razón trabaja paralelamente a la naturaleza, de manera que su imagen es una extensión de cierto tipo de ficción naturalista tal como la que nos sugieren quienes enjuician los movimientos cósmicos no desde la perspectiva de la descripción científica sino como la invención de un género humano nuevo. Es verdad también que las estructuras subyacen a todo el cosmos, y que la espalda del universo apenas se demuestra a algún atrevido que quiere interpretarla sin caer en los juicios típicos de los observadores. Del trabajo de Blanca puede decirse que, bajo la minuciosidad en la que sus esfuerzos por consolidar un estilo -no hay que olvidar que realmente es una artista que se preocupa por la forma del mundo-, el resultado sin duda adquiere un matiz geométrico, exactamente como en la naturaleza. Bajo un volcán se esconde algo más que un proceso de millones de años, porque es imposible realmente, como diría Paul Valéry, ver lo que se ve: también allí está cifrada la historia íntima de nuestra existencia e ignorarla sería continuar pensando con esa razón instrumental que tanto nos ha aniquilado.

SABINO GUISU

Sabino Guisu es una inteligencia distante a la del pintor de taller -especie superabundante como productor de imágenes sin sentido. Alguna vez se le ha tildado de limitarse a trabajar con humo, de haber encontrado un método y explotarlo al máximo. La cuestión quizá sea mucho más complicada, pues como veremos, su trabajo se diferencia por la pulcritud de su técnica, que ha llevado, precisamente, a un nivel interesante y digno de mención: de manera que su obra muchas veces se muestra rotunda por su sencillez y a la vez por la dimensiones que elige para trabajar, sobre todo en el lienzo. Por otro lado, ha sido satisfactorio ver sus distintas etapas, y dar cuenta de que alguna de ellas se mantienen en lo mismo: la representación estática de una época anterior, donde una raza se observa y se comprende. Donde mejor trabaja es justo allí donde resulta más creativo y más antiétnico: por ejemplo, en la exposición Dead Honey llevó su técnica depurada a la organización de un mundo que por su simple existencia, -el mundo de las abejas-, depara para el hombre felicidades sensoriales. Aquí no son precisamente las abejas en sí lo que importa, sino la expresión de una sensibilidad que tiende a estatizar todo lo que ve y que prefiere conservar algunos datos del mundo para crear, a partir de ello, una reflexión sobre la capacidad imaginativa de un artista. Prefiero realmente esta segunda fase de la obra de Sabino que sabe desprenderse de una forma de trabajo que bien puede manifestarse como una especie de obsesión por la sencillez.

SERGIO GUTIÉRREZ

He conversado mucho con Sergio Gutiérrez sobre su labor creativa. Nunca he visto su método de trabajo, el momento en el que coloca sus manos sobre el papel; en cambio, muchas veces me ha hecho notar sus intenciones. Alguna vez me ha mostrado su interés particular por el escritor Italo Calvino. Hace años he leído esta oración de Calvino en su libro Seis Propuestas para el próximo milenio: “La mayor parte de mi trabajo como escritor ha sido la más de las veces restar peso. He restado peso a las palabras, a las ciudades, a los cuerpos celestes”. Quizá sea Sergio Gutiérrez, un artista visual, quien mejor se ha apegado a esta sencilla oración y que contiene en sí misma el impulso de toda una vida creativa. Su trabajo es una constante reflexión acerca del espacio, y más que sentirse puramente, la obra de Sergio se piensa más de lo que se siente. La luz, en primer término, ocupa un lugar preponderante dentro de su trabajo, la geometría y la carencia de materia: ¿cómo es posible llevar a cabo una operación mental con la luz a la vez que con la materia si nos hemos convencido hace tiempo de que es sumamente difícil contemplar la materia como pura? Su trabajo se hace notar como un afán de desmaterializar el mundo, y resulta comprensible que para su obra tenga mayor preeminencia el sentido y el significado de un gesto que la expresión sensible. ¿No será su obra una búsqueda de lo espiritual y sus esfuerzos la búsqueda de raíces últimas?

Frases
Guillermo Santos
  • Escritores invitados

Oaxaca, 1989. Su blog es: laeducaciondelestoico.wordpress.com.


Fotografía de Guillermo Santos

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