Japón
30 de enero del 2017

Falsa liebre, Fernanda Melchor
Almadía, 2013

Aunque Falsa liebre, el debut como novelista de la joven Fernanda Melchor (Veracruz, 1982) es precisamente eso, una novela, no es posible hablar de ella sin prestar atención a la actividad periodística que ha llevado la autora. Tratar de encontrar claves de la mera crónica en este texto sería, sin embargo, un despropósito: Falsa liebre se sostiene sumamente bien como obra de ficción, como novela pura, aunque, según declaraciones de Melchor, algo del aire de las situaciones y personajes encontrados se ha colado de vivencias propias y se ha alimentado de su idea, expresada en alguna entrevista, de ver “la nota roja como un medio para conocer la naturaleza humana”.

Estamos ante una trama de dos hilos. La primera es la historia de Andrik, un adolescente que, apenas un paso afuera de la infancia, posee una inocencia plagada de encuentros crudos: desde la página inicial nos colamos al auto donde su amante, un hombre mayor, lo lleva de regreso a la casa donde el placer ha dado paso a la prisión. Más al fondo del tapiz está Zahir, otro adolescente, hermano de Andrik a base de cariño, de vivir ambos, abandonados por sus familias más cercanas, con una hipotética tía, personaje diabólico donde los haya, cuya locura llevó a los niños a la prostitución y a buscar la vida en el azar de las calles. La segunda es la de Pachi, un chico que no alcanza los veinte y ya se ve obligado a trabajar para mantener a la familia que ha formado con una mujer mayor; y la de Vinicio, mejor amigo del anterior, un aspirante a artista plástico con nados en la depresión a causa de problemas familiares y amorosos. Como anticipa la estructura de historias paralelas, las dos imágenes terminarán por encontrarse en algún punto.

Falsa liebre transcurre en un solo día, a la manera de grandes obras (pienso ahora en el Ulysses de Joyce, Mrs Dalloway de Woolf, o A single man de Isherwood). El estilo es duro, directo, carente en su mayoría de alardes poéticos, acorde con la rudeza de la trama. El ambiente sugerido es denso, la reiteración del sofoco del puerto de Veracruz (“fantasmal y personal” en palabras de la autora) contrasta con la inmersión que hace el narrador en el interior de los personajes (narrador trabajado en clásica tercera persona, focalizado en cuatro protagonistas). Además, nunca dejamos de sentir que transitamos por un buen número de zonas de indeterminación (concepto acuñado por Ingarden para referirse a aquellos datos que el autor omite intencionalmente con el fin de moldear el devenir de la trama, causar efectos en el lector y determinar el tono de la obra) puestas en ese acomodo para crearnos una atmósfera viciada y un ritmo. Ritmo que por momentos puede alcanzar carreras trepidantes, períodos de sosiego y capítulos donde el bochorno y la abulia hacen difícil seguir adelante: momentos que experimentamos a lo largo del día.

Sin reflexionar ni tratar de ir a la esencia, pero interesándose, en cambio, por los alrededores y las consecuencias, Melchor trata temas difíciles, de ésos que llevan a mirar hacia otra parte: homosexualidad sin culpas, prostitución infantil, barrios bajos, violencia sin límites, deseos ocultos, drogas, incesto, hastío, una juventud aparte, no observada, atrapada en la banqueta: temas amasados de forma natural, sin pestañear, coloreados con melancolía (combinación de motivos y maneras que hace difícil entrar en la historia y genera una vacilación en el lector con respecto a la verosimilitud durante las primeras páginas). Falsa liebre es una novela sobre la juventud, sí, pero no una novela adolescente al uso: su alejamiento de lugares comunes, clichés rosas, su mímesis de un mundo cruel y duro la sitúan en un estante aparte, lejos de lo juvenil y entre los temas claves de la literatura.

Con lo difícil que es innovar en un primer round, Melchor apuesta por la fuerza, armas aprendidas en la crónica, y no por recargar el peso en el lado formal. Estamos ante una autora joven, emparentada, en esencia, con la americana Homes, heredera de Fante y Capote, y ante una pluma que se ha ganado a pulso que esperemos con emoción su próximo libro.

Frases
Manuel del Callejo

(Oaxaca, 1994) ha publicado Antequera o el paraíso; y Algunas consideraciones sobre el fuego, Premio Nacional de Literatura Joven Salvador Gallardo Dávalos 2013.

Fotografía de Manuel del Callejo

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