No hace falta ningún estetoscopio para notar que la poesía hecha actualmente en Oaxaca padece de arritmia —lo mismo que otros estados—, ante las recientes promociones de poetas que contribuyen en abrillantar la vitrina de la poesía accionada desde el DF. Con esto no se quiere decir que en la capital mexicana la poesía sea superior, más apabullante en su músculo, en comparación a otras escrituras halladas en los diferentes puntos geográficos de México. Se quiere decir que desde su posición de privilegio la poesía capitalina encuentra un mejor punto de rebote, una mejor manera de darse a conocer que la del resto del país debido a una amplia, y más vigorosa, red de plataformas y contactos. Si bien esto es parcial también parece un tanto verdadero.
A la mirada de los otros, Oaxaca se encuentra habitada por el espectro de lo visual, especialmente el de la pintura y la gráfica; sin embargo, es fácil darse cuenta que a contracorriente de lo que muchos perciben también se trata de un sitio que cuenta con un buen número de poetas de las más diversas calidades: desde los que se encuentran en una fase de timidez en cuanto a minar ese lenguaje reseco, momificado, del que mucha de la poesía mexicana se viene acompañando desde hace ya unos buenos años (la denuncia ya es lugar común), pasando por poetas que siguiendo estructuras y recursos más o menos novedosos intentan oxigenar, darle una sangre más ágil a la idea de tradición, hasta esos otros, en este caso una minoría, en los que se asoma la intención de llegar a otros parajes mediante las señalizaciones del riesgo. Por mala fortuna las propuestas editoriales para difundir el quehacer poético de jóvenes oaxaqueños fuera del Estado y dentro del mismo se miran un poco flacas, diminutas y hasta inaccesibles. Pasan a colocarse un tiempo en las librerías para luego ser devueltas sin ninguna pena ni una gloria. La manera de conocer las nuevas propuestas es casi la misma: el encontronazo, la casualidad, o las recomendaciones de los amigos provenientes tanto de lecturas más o menos críticas como de corazonadas. Y es que mucho del sondeo acerca de la poesía oaxaqueña halla su mejor forma de ejercicio en lo que se oye de los demás o en lo que se encuentra por uno mismo.
Quizá una de las dificultades al intentar desmenuzar cualquier paisaje sea la del continuo movimiento de sus piezas. Eso parece suceder con la poesía de Oaxaca (aunque de similar manera con la de otros estados). Más allá de un hecho nebuloso, gordo de misterio, se trata de algo muy claro: muchos de los poetas que en algún momento se dejaron ver como promesas o al menos como poetas de un calibre de potencia aceptable, no son constantes en sus hábitos de trabajo, llegan a un punto en el que se pierden de vista, dejan de escribir por algún motivo, pierden el patrocinio de la suerte, qué se yo, y de esos buenos golpes con los que se enfrentaban a los muros de una realidad, ya de por sí bastante perra, apenas queda como en su representación la incertidumbre y el recuerdo. Con las cosas así es complicado continuar el rastreo. En ese caso las antologías lejos de volverse el punto de salida hacia nuevas visiones o escrituras en desarrollo, nonatas todavía pero con fuertes facultades de romper el mundo, hacen sospechar en ellas la lista de los próximos desaparecidos. No en todos los casos, por supuesto. Es posible dar algunos nombres que pueden armar un panorama, si no certero al menos representativo, de la poesía en el Estado: Natalia Toledo, Rocío González, Efraín Ve- lasco, Lorena Ventura e Iván Cruz Osorio. Distintos en su artillería, se han posicionado como los más conocidos fue-ra de Oaxaca. Han cosechado premios, reconocimientos, becas, lecturas atentas, que les han dado una proyección más eficaz fuera del Estado que la de otros poetas.
¿Qué ha pasado desde el 2006 cuando Editorial Almadía editó Siete Poetas de la cual algunos de sus seleccionados ya desaparecieron o resisten desde una trinchera ya un poco desmoronada? Además del reciente tomo II de la Cartografía de la literatura oaxaqueña actual hecha por la misma casa editora, han aparecido selecciones en la revista virtual Círculo de Poesía, la antología que preparó la editorial Praxis en el 2012 a cargo de Carlos López, Poetas desde el centro de la tierra y algunos libros realizados en la colección Parajes a cargo de la Secretaría de las Culturas y las Artes (SECULTA). Lo sabemos: hay plaquettes, hojas sueltas, posteos en blogs, lecturas al aire libre o en bares, encuentros, festivales. Sin embargo, dado el carácter casi secreto, familiar, que ronda a este tipo de propuestas se vuelve muy complicado seguirles la pista con eficiencia. A consecuencia de esto uno se tiene que quedar con el material que difícilmente se olfatea por las calles. Otra de las cosas que complican conocer de manera justa lo que se hace en Oaxaca es la enemistad entre personas que comparten una misma jaula. No se trata de llevarse bien con todos, de colgar sonrisas en las puertas de cada poeta, pero sí dejarse de berrinches, de esos que impiden recomendar textos de buena calidad lejos de sí su autor lanza piedra tras piedra al hígado de tal o cual persona apenas se le mira cruzar la calle de enfrente. Ya es hora de quebrar esa frase de Gesualdo Bufalino: “un escritor no lee a los colegas, los vigila”.
En la actualidad los regionalismos, los eslabones de su cadena, se miran corroídos por los nuevos temperamentos, posturas y actitudes ante el acto de escribir. Por eso no es pertinente hablar de poesía oaxaqueña, de hecho el término quedaría bastante rancio, sino de poesía hecha en Oaxaca o por oaxaqueños. Las influencias ahora son masivas y no permiten adherencias a una sola vertiente. Ya no importa el reclamo de la tierra sino la necedad de delirar o desacelerar los sentidos, cada quien decide, a través de la página o cualquier medio que se preste para el fin. Afortunadamente en los últimos años el oficio del verso se ha hecho de recientes adquisiciones, de nuevos engranes cuya función, eso es lo deseable, es la de poner a funcionar de manera vigorosa a la maquinaria -reitero: que en momentos muestra un pulso en estado de oxidación- de la poesía.
En el famoso “Diálogo” de La República, Platón expulsa a los poetas de la polis, más él no confina a todos los poetas sino solamente a aquellos que practican la mímesis fantastiké, es decir, la mimesis que crea meras apariencias, imágenes vacías. Alzando la vista parece que Platón no quería expulsarlos, sino que se fueran lejos -en nuestro caso- que emigraran más allá de la comodidad de lecturas familiares de poesía en bares, de los “likes" a su poesía en el muro de Facebook, de los fans de secundaria. Sólo era la recomendación que se fueran lejos, sin nostalgias, tal vez con la furia de los decepcionados e incomprendidos bajo el brazo y en el hígado. No de vacaciones, una temporada larga para regresar, si es que quieren, a casa con gafas nuevas y con el músculo del brazo ejercitado.
Me permito copiar el nombre de algunos que se han ido (y no hablo de vacaciones): Clyo Mendoza, Yendi Ramos, Luis Parra, Indira Villa- nueva y Yahir Alonso. No sabemos si regresarán. Por otra parte hay otros que deberían pensar en hacer maletas como son: Iván de León, Jeovanny Elorza, Óscar Tanat, Mahra Ramos, Jesús Rito García, Eduardo Guijón, Enna Oso- rio, Helder Castellanos, Lucía Revueltas, Sonia Prudente, Jessica Santiago, Enrique Arnaud, por poner de ejemplo sólo a unos cuantos. No puedo dejar de hacer mención a Lorena Ventura que se fue hace tiempo y es en este momento la voz más consolidada de los poetas jóvenes. Tomemos de ejemplo su arrojo y disciplina.